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LA CERTEZA DE LA INCERTEZA 

Por Bet Font:

LA CERTEZA DE LA INCERTEZA

Un instinto atávico me lleva a cocinar para mi familia. Voy a conseguir provisiones para que comamos. Ando por la acera con esa única prioridad. Me hiere que la doña me recrimine por acercarme demasiado a ella al cruzarnos. Me ofenden tantas máscaras y guantes en el súper. Seguro que todos buscan comida para los que quieren. Me inquieta no saber cuánto tardaré en volver a ver sus bocas descubiertas, las que saborean y besan.
Me angustia que mañana ese sol de muchacha no tendrá un funeral para despedir a su madre en condiciones. No podrá recibir más abrazos que los de su padre, ni palabras amorosas de los suyos. Mañana se restringen abrazos y se posponen rituales. Igual que hoy y que ayer. La muchacha está rabiando al escuchar quejas de quienes han de soportar tantas horas a sus parientes, cuando ella no podrá ni aspirar a ser consolada por alguien que no sea su padre, mientras incineren a su madre. Quemarán sus abrazos. Y los pondrán en una urna biodegradable, tal vez abrazable. Según elección. Ni siquiera verá a su madre arreglada porque ni se sabe cuando se volverán a maquillar madres.
Me duele que tanto personal médico viva atemorizado, priorizando protegerse al acompañar. Con miedo a contagiar a sus hijos. Por si lo que traen entre manos no fuera suficiente. Que algunos de ellos hagan la llamada de rigor para comunicar: “Su familiar está bien, mañana a esta hora le volvemos a llamar”. Y otros la reciban.
Me entristece ver que mi madre está desorientada y temblorosa en su casa. Le aterra no poder pagar la cuenta de la farmacia sin tarjeta de crédito. Es de otra época. Nació con la guerra, pero ya no quiere guerrear. Dice que prefiere morir. Que en 83 años y medio jamás le habían prohibido salir a comprar croquetas. En su mundo vivir sin restaurantes es un horror. Está sola, sin sus encuentros diarios. Con doble dosis de
artrosis, de depre, e incertidumbre. Una vecina autoritaria y resabiada, plantada ante ella, le impone férreamente que se coma el puré que le preparó. Le pido que se largue y la deje comer como le plazca: ya le cerraron demasiados grifos. Aunque no el del caos y la mala compañía de las noticias en bucle.
Me pesa lo incierto, a ratos. Y a su vez me parece la mejor vacuna. Y que nos ayudemos. Y nos dosifiquemos. Y descansemos; que aún queda. Que cuidemos lo que está a nuestro alcance. Y estemos atentos a otras certezas: la de la solidaridad existiendo o la de los balcones con plantas floreciendo, en compañía. Algunas no echaban flores desde hacía un lustro. Tal vez presagien abrazos.
Bet Font
22/3/20

Entrevista a Bernardo Ortín

CUENTOS QUE CURAN
Bernardo Ortín, Dr. en Filosofía, terapeuta y formador de Programación Neuro Lingüística, es autor de uno de los libros con más éxito en el ámbito de los relatos terapéuticos. Su libro “Cuentos que Curan”, surgió como resultado de los talleres y cursos que sobre PNL, terapia y cuentos hipnóticos viene dando desde hace 20 años en su centro en la ciudad de Valencia. Cada año suele venir a la Ciudad Condal, invitado por el Centro de Terapia Breve de Barcelona para impartir sus enseñanzas a un nutrido grupo de terapeutas, educadores, y personas interesadas en esta especialidad.
Conversamos con Bernardo Ortín acerca de su trabajo, su libro y sus ideas sobre los relatos.  Este hombre, ocurrente y erudito, nos iluminó a lo largo de nuestra conversación salpimentando sus exposiciones con anécdotas y cuentos, dejando claro que él y su pareja, Trinidad Ballester, son grandes profesionales en el arte de curar.
Pregunta: Bernardo, eres filósofo y Trinidad es médico, ¿Cómo llegásteis a este mundo de los cuentos que curan?
Respuesta: Desde siempre nos interesaron los relatos. Trini y yo nos conocimos en un taller de escritura, ella pinta y escribe desde siempre interesándose por los cuentos desde la Medicina, desde su concepción integral de la salud. A mi, me fascina cómo las personas cambian, aprenden destrezas, comportamientos y emociones. Las historias me interesan como la herramienta de transmisión de saber más antigua del mundo. Hay dos grandes escuelas del aprendizaje profundo, una es la que entiende que el maestro, que es el que sabe, enseña al alumno que no sabe (educare) y la otra es la que defiende que lo que las personas necesitan saber ya está dentro de ellas, de modo que el maestro sólo debe dedicarse a extraer esa sabiduría (exducere). Por ejemplo, Sócrates, no enseñaba teorías, lo que hacía era preguntar cosas a sus alumnos para que ellos razonaran filosóficamente, y les contaba relatos y mitos acerca de las cosas que habían ocurrido por primera vez en el mundo. Los cuentos tienen capacidad de ordenar el mundo, de dar sentido a la existencia, es por ello que pienso que el interés por  los cuentos viene de ahí, de la posibilidad que tienen para instalar en las personas un modelo de mundo.

«LOS CUENTOS TIENEN LA CAPACIDAD DE ORDENAR EL MUNDO, DE DAR SENTIDO A LA EXISTENCIA»
P. Tenéis un centro terapéutico ¿Qué tipo de personas atendéis? ¿Quién asiste a vuestros talleres?
R. Trini y yo compartimos la consulta, ella ejerce la medicina y yo la orientación personal y familiar. Trini aborda cuestiones de higiene vital, de crianza y salud en general mientras que yo superviso la orientación personal, conflictos de comunicación, desórdenes existenciales y emocionales de nuestros clientes. Buscamos facilitar nuevos aprendizajes que resulten más adaptativos y creativos para las personas. A nuestros talleres acuden profesionales del campo de la educación, la psicoterapia, la salud y los servicios sociales, aunque están abiertos a cualquier persona que combine un interés de mejora en su desempeño profesional con el deseo de un juego de introspección que les ayude en su desarrollo personal.
P. Nos hablas de historias, héroes y hechizos, ¿Pueden los cuentos extrapolarse a la vida cotidiana de las personas?
R. La percepción que tenemos sobre nuestra existencia se despliega en dos planos, uno es práctico, concreto, mientras el otro es mítico y trascendente. Cuando tenemos un conflicto, una parte de nuestra atención se dirige al desarrollo concreto del problema: qué pasó, qué le dije, qué me dijo, causas y consecuencias entre otras cosas, sin embargo, otra parte de la imaginación se dirige a lo trascendente: piensa en las dificultades de comunicación en la pareja, en abstracto. De modo que combinamos lo que nos ocurre a diario con lo trascendente. En ese punto de fusión entre lo diario y lo eterno se sitúa la influencia del relato. Recuerdo un cuento breve de Kostas Axelos que dice: “Un padre y una madre centauros contemplan a su hijo, que juguetea en una playa mediterránea. El padre, se vuelve hacia la madre y le pregunta: ¿Deberíamos decirle que solamente es un mito?”
P. ¿Qué cosas puede aportar este trabajo a los profesionales de la salud?
R. ¿Qué buen médico no usa metáforas para hacerse comprender? La salud es una fuente inagotable de historias relativas a lo que suponen las enfermedades para el paciente, estos cuentos explican muchas veces lo difícil que es para los profesionales hacer su trabajo. Los médicos usan los relatos para que los pacientes se hagan cargo de su propia salud. En alguna parte oí un relato que a mi me suena a esto:
-Tiene usted la enfermedad de Liberman
-Y ¿Es grave, doctor?
-Todavía no lo sabemos…Sr. Liberman
P. ¿Cómo pueden curar los cuentos?
Los relatos pretenden desatascar una percepción rígida de la vida. Un conflicto existencial está constituido por el número de veces que hemos intentado solucionarlo sin éxito. Muchas veces hacemos una y otra vez lo que sabemos previamente que no funciona y eso hace cada vez más rígida la situación. Caemos en un hechizo que inaugura nuestro sufrimiento. Imaginemos que nuestro hijo en la pubertad no estudia. Le pedimos que lo haga, y si no lo hace, se lo pedimos otra vez, más alto, más claro, de diferentes formas, cada vez más amenazadoras. Le retiramos el móvil , Internet, dejamos de sonreírle y abrazarle…llegamos a amenazar la convivencia familiar y así construimos dos problemas: el de los estudios y el clima familiar. Para un caso así, podríamos explicar uno o varios relatos. Un cuento no es un manual de instrucciones, es una historia que pasó en otro lugar y que tuvo un desarrollo suficientemente rico y complejo como para no mostrar una sola vía. El cuento evita la confrontación con lo que piensa la persona ya que aparentemente no tiene que ver con lo que le ocurre a él. En los relatos, podemos manejar el tiempo. Por ejemplo, cuando un personaje viene del futuro a contar cómo acabó una tragedia para que el oyente pueda aceptarla mejor. Los cuentos nos ayudan a formular bien los objetivos, atemperar los deseos, nos alientan a seguir viviendo ante grandes dificultades. Como la historia de las ranas que cayeron en un balde de leche y patalearon sin descanso por miedo a ahogarse hasta convertir la leche en mantequilla. Así pudieron salir de ahí. Otros cuentos nos enseñan que el amor todo lo puede y otros, en cambio, nos pueden mostrar que el amor en sí no basta, que tiene que llegar a tiempo. Como dijo el genio de la lámpara maravillosa al querer matar a Aladino, cuando éste lo salvó de su encierro: -es que hace quinientos años que espero encerrado este rescate!
Lo importante del relato no es que acabe bien o mal, sino que deje al oyente en un estado de mayor vitalidad.
P. ¿Se pueden organizar talleres de relatos en hospitales o centros de acogida, maltratos, etc?
R. Por supuesto, y de hecho se organizan. Las metáforas terapéuticas se utilizan cada vez en más contextos e instituciones. Hay un impulso emergente en los profesores para recuperar los relatos como estrategia conversacional con los jóvenes. Muchos adolescentes que no aceptan un análisis psicopedagógico aceptan de buen grado proyectarse en las historias que salen de su mente. Equipos que trabajan con jóvenes inadaptados organizan certámenes literarios para que los chicos expresen sus emociones. ¿Sabías que ciertos programas de mediación intercultural inician sus talleres intercambiando recetas de cocina y los relatos de las distintas culturas que se sientan a la mesa a negociar? Podemos percibir una marea metafórica que se va moviendo en el campo institucional y social.
P. ¿Porqué elegir el camino de las historias para estar bien?
R. Empezamos a estar bien cuando somos capaces de relatarnos, de producir un relato sobre nosotros mismos, cuando podemos abordar nuestra biografía de maneras distintas. Esta configuración de diversos rostros es lo que nos cura. El Dr. Berne, creador de la escuela psicológica del análisis transaccional proponía a sus pacientes que escribieran un relato de su propia vida que empezaba con la siguiente frase: “yo soy una persona que de niño…” Lo importante no es que el cuento sea hermoso, sino que sea el adecuado para ti en ese momento. Uno de los libros de cuentos más bonitos es la Antología del cuento triste de Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs. Y es hermoso a condición que se lea en la época adecuada. Éste es un ejemplo del concepto de Sincronía de Jung: ¿Qué relato o cambio interior puedo abordar para que sea coherente con lo que estoy viviendo en el exterior? A veces elegimos historias hermosas y positivas   por que nos satisfacen y otras escogemos historias tristes y duras que nos calman en algún punto de la conciencia porque es lo que necesitamos en ese momento. El camino de estar bien mediante los relatos es el camino de la búsqueda de la totalidad.
P. ¿Qué podemos hacer frente al dolor, tanto de la mente como del cuerpo?
R. Las escuelas más eficientes defienden que lo más adecuado con el dolor y con el síntoma es atenderlo en vez de negarlo o rehuirlo. La idea es no pelear con él. La primera indicación del terapeuta será que relatemos el dolor, que le demos una forma, un color, una consistencia. Dejemos que se manifieste como si quisiéramos dejarle acabar un mensaje de amor inconcluso. Retomar el movimiento de amor interrumpido. Como en los relatos de terror gótico.  El Hada le dijo al protagonista: -Cuando aparezca el fantasma, no corras. Vuélvete hacia él, míralo a la cara, pregúntale quién es y qué quiere de ti.
Recuerdo un relato breve de Juan José Arreóla que dice: -La mujer que amé se ha convertido en un fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones
P. ¿Te parece que la depresión y la angustia tienen que ver con la imagen que tenemos de nosotros mismos, nuestra identidad?
R. Si un ser humano del siglo diecisiete viviera con nosotros en la actualidad, moriría en pocas semanas. No dispondría del sistema  necesario para adaptarse a la actual velocidad vital. Se puede establecer un pronóstico bastante serio de depresión con personas que tienen procesos de ansiedad sostenidos durante ocho años. Estamos poniendo en riesgo nuestra capacidad de disfrute y satisfacción, en una época en la que hay más medios que nunca, los jóvenes pasan más miedo de hacerse mayores. No saben lo que esperamos de ellos y estos procesos conllevan la depresión como dificultad para producir sentido a sus vidas.
Podríamos entender la depresión como una llamada a la calma, un intento desesperado del inconsciente para que el anfitrión de la enfermedad detenga una vida desenfrenada. El sentido de la vida se basa en localizar su pulso íntimo. La vida es un pulso, un ritmo respiratorio.

«LA VIDA ES UN PULSO, UN RITMO RESPIRATORIO»

 

Las exigencias del entorno suponen un abandono de si mismo, del propio ritmo. El relato es un modo de ayudar a que la persona encuentre su camino de vuelta a casa. En muchos casos la depresión es una oportunidad para recuperar el camino de retorno al si mismo. Un modo de protagonizar tu propia biografía. No quitemos importancia al sufrimiento que muchas personas sienten, sólo creo que los relatos pueden ayudar a generar ajustes creativos a contextos vitales que nos parecen hostiles.
P. ¿Así pues cabría aprender a pensar en positivo?
R. No hay nada más difícil de resistir que una visión del mundo totalmente positiva. Una parte de nuestro inconsciente sabe que ahí falta algo, una pincelada negra, un aviso de peligro que nos ayude a mantener la alerta para defender la vida. Lo mismo ocurre al contrario, el pesimismo extremo no parece creíble. Cuando nos empeñamos en elegir una parte, negamos la otra y convertimos las paradojas de la vida en dilemas. ¿Debo someterme a la realidad o soñar una nueva? ¿O soy realista o idealista? Los cuentos nos proponen entretejer ambas cosas. Parafraseando a Shelley, necesitamos la facultad creativa de re-imaginar lo que ya conocemos. En definitiva poder ser cada vez una cosa, vivir en todos los mundos posibles. Caperucita Roja se hizo célebre porque escuchó la propuesta del lobo y se salió del camino. Quiso explorar el mundo manteniendo su estilo personal. Esta fusión de polaridades la catapultó a la fama.
P. ¿Cómo ves el problema de la soledad, la incapacidad de construir relaciones sólidas?
R. Uno sabe quién es cuando entra en contacto con lo diferente a si mismo. En las diferentes culturas de la tierra los cuentos sobre el origen de la humanidad se agrupan en dos tipos, por un lado están los que consideran que nuestro origen se halla en la primera herramienta. Por otro lado están los relatos que datan nuestro origen con el intercambio. La primera concepción se recoge en culturas donde predomina la jerarquía y la lucha por poseer la herramienta y en el segundo tipo de relato viene de culturas basadas en el grupo, en la colaboración y el reparto equitativo de poderes. Es posible que estemos bajo la influencia de la sombra del relato de la herramienta, estableciendo relaciones basadas en quién domina la situación y en quién puede ganar o perder en lugar de cooperar para conseguir un beneficio para todos.

 

 

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