Tu relación con la autoridad

Tu relación con la autoridad

Un antropólogo visitó una tribu y se fijó que el jefe daba a sus súbditos sólo las órdenes que podían cumplir. El investigador se lo hizo notar al gran jefe y éste le miró sorprendido diciéndole: ¡Pues claro! ¡Qué tipo de jefe sería yo si no hiciera esto!

Una de las cosas más desagradables que puede ocurrirnos es sentir que perdemos la autoridad o que tal vez no la hemos tenido nunca. La autoridad se relaciona con los méritos, es decir, con la idea de que merecemos orientar a otros. No es algo que nadie nos pueda otorgar, simplemente es algo que ganamos en nuestra vida a través de la experiencia y la capacidad de ser responsables y de cumplir con nuestros deberes. Ese aprendizaje es resultado de la tarea que hemos realizado en la vida junto a nuestros padres, nuestros educadores y la escuela.

¿Quién no se ha sentido incómodo alguna vez al imponer algo a los demás? ¿Por qué, en ocasiones, llevamos fatal que nos digan qué es lo que tenemos que hacer? Quizás tenemos la sensación de que nuestra libertad queda seriamente afectada cuando tenemos que respetar las reglas que la sociedad nos impone o tal vez tememos coartar la libertad del otro. Pero, ¿en qué momento aprendimos cuál era la manera correcta de actuar frente a la autoridad? ¿Cómo nos relacionamos con ella?

Enlace con la sociedad

En la infancia, nuestra familia y nuestros padres hacen la tarea de enlazarnos con la sociedad y el mundo que nos rodea. Es por ello que cada sistema familiar tiene unas normas y reglas que, desde su propia idiosincrasia, nos facilita la tarea de ser aceptados por el mundo y que nos permite encontrar nuestro lugar. La salud emocional de la familia es primordial para lograr este encaje. Las normas nos permiten coordinar nuestras propias acciones con las de otras personas. Cuando en un grupo todos seguimos las mismas normas, todo se hace más estable y nuestras decisiones y comportamientos en general son más predecibles por el resto del sistema. Obviamente, una de las funciones de la autoridad es la de conseguir que todos cumplan en la mayor medida. Desde esta perspectiva, la cuestión es ¿Cómo nos transmitieron esos mensajes y reglas que permiten este encaje? ¿De qué manera las entendimos? ¿Cómo nos sentimos con ellas y con las personas que nos las sugirieron?

Podemos decir que a grosso modo existen dos caminos en la educación, uno tiene que ver con «enseñar» al niño las cosas, la vieja idea del cuenco lleno de sabiduría que vierte el preciado tesoro en la vasija vacía del que aprende. El otro, el que cree que el aprendiz tiene la sabiduría en su interior y que requiere de un guía que le facilita la tarea de aflorarla al exterior. Nuestras figuras de autoridad podrían, pues, pertenecer a cualquiera de esas dos escuelas de vida. De cómo nuestros padres o nuestros referentes educativos transmitieron esos conceptos dependerá nuestra manera de sentir la autoridad, comprenderla, padecerla o ejercerla.

La evolución de las familias

Con el devenir de los años, hemos pasado de una organización familiar de tipo patriarcal a otra nuclear. No hace tanto que las familias eran más numerosas, y estaban organizadas en función de los adultos. En este tipo de organización familiar, solía ejercer la autoridad uno de los progenitores (normalmente el padre) y, cuando lo hacía, ésta era poco empática. Muchos de nosotros nos criamos en un ambiente así, donde el padre pasaba mucho tiempo trabajando y cuando estaba presente, ejercía un tipo severo o intransigente de autoridad.

En la actualidad, sin embargo, ha disminuido el número de componentes de la familia, hay muchas familias con hijos únicos y, en comparación con tiempos pasados, hoy en día casi toda la familia está volcada con el cuidado de los pequeños. Una especie de pirámide invertida, donde abuelos, tíos y, por supuesto, padres están al servicio de los niños. Se ha pasado a un modelo más permisivo de autoridad donde se rechaza cualquier cosa que nos recuerde al «autoritarismo» de antaño. Como todo en la vida, eso conlleva cosas buenas y otras no tan buenas, huir de la propia autoridad puede acabar generando múltiples problemas debido a que los chicos no toleran la disciplina y actúan conflictivamente cuando se intenta que se ciñan a límites y reglas.

¿Cómo nos llevamos con la autoridad?

En psicología suele aceptarse el hecho de que nuestro modo de convivir con la autoridad tiene que ver con los patrones que aprendimos en la infancia. Por supuesto, existen tantas maneras de relacionarse con las figuras de autoridad como personas hay en el mundo con lo que hay que ser muy prudentes a la hora de establecer «categorías». ¿Cuál es nuestro sentimiento frente al requerimiento de obedecer? ¿Nos sentimos manipulados por la culpa? ¿Nos enseñaron que si no hacíamos lo que nos pedían éramos malos o peores que otros? ¿Nos apremiaban con órdenes tajantes y «dictatoriales»? En nuestra consulta solemos ver sufrir a personas que en su infancia se sintieron maltratadas o despreciadas, también atendemos a personas a las que sus padres no les pusieron límites y sufren ahora frente a las dificultades que la vida les propone. Conocemos casos de personas que viven en guerra contra la autoridad y tienen problemas para mantener sus empleos, o relaciones íntimas donde el amor requiere de consenso y ellos sólo pueden proponer conflicto. ¿Qué aprendimos de nuestras familias? ¿Aprendimos que éramos dignos de confianza, o por el contrario, se nos mostró que no éramos de fiar y alguien tenía que llevar el control por nosotros? Muchas personas confiesan sentir temor y aislamiento u otros sentimientos limitantes frente a la autoridad. Otros tuvieron la suerte de sentir que las personas de su alrededor les hicieron sentir importantes y valiosos al tiempo que les ayudaban a desarrollar sus competencias en la vida. Para estas personas es probable que la autoridad no les suponga un mayor problema. Ahí radica la clave, mirarla a los ojos para hacerla humana. Sólo cuando podemos sentir de este modo a la autoridad, podemos ejercerla amorosamente y vivirla con congruencia.

Estilos de autoridad

La psicoterapeuta norteamericana Virginia Satir entrevistó a miles de familias, de su trabajo extrajo interesantes teorías acerca de cómo las familias se comunicaban. Estudió como los padres se dirigían a sus hijos y cómo les educaban. Describió cuatro estilos de comunicación basándose en la comunicación verbal y corporal de los elementos de la familia.

Analizando con detalle estos patrones universales podemos explicarlos así:

Estilo Acusador: es un patrón autoritario basado en el guión «Yo soy quién manda aquí» El acusador se considera mejor que los demás, y se comunica con tensión, su voz es dura. Podemos imaginarlo señalando al otro con el dedo. Se siente eficaz en base a la obediencia conseguida. Si fuimos educados en base a este modelo de familia, es probable que nos manejemos mal con personas autoritarias, tal vez evitemos la confrontación o, por el contrario, tal vez nos agrade la «batalla» y busquemos los conflictos. (Temor)
Estilo Aplacador: Su guión se basa en la idea «Sólo vivo para hacerte feliz». Usa un tono de voz congraciador, tratando de agradar al otro. Adopta una actitud de mártir y podemos imaginarlo arrodillado frente al otro. Las personas que recibieron mensajes de personas aplacadoras, pueden convertirse en pequeños tiranos. Seres que exigen cualquier capricho, puesto que siempre recibieron esas atenciones en su infancia. También podemos encontrar personas que se identifiquen con el estilo aplacador y que presenten baja autoestima al tiempo que aceptan el «maltrato» del otro sometiéndose a todo tipo de órdenes. (Culpa)
Estilo Calculador: Es la persona que lo racionaliza todo, su guión tiene que ver con la idea:»Si pienso lo suficiente, evitaré el dolor». Son personas que no demuestran sus emociones tal vez porque sienten miedo de ellas. Las personas que recibieron este tipo de autoridad pueden presentar un patrón de preocupación por ser «perfectos» y controlarlo todo. Tal vez busquen estar seguros al cien por cien de que las cosas saldrán como quieren y es posible que sientan una gran responsabilidad y miedo al fracaso. (Paranoia, envidia)
Estilo Distractor: Nunca están dónde tienen que estar, y sus palabras no tienen que ver con lo que está pasando. Tienen la sensación de no importar a nadie y viven acompañados de una gran soledad. Nada es seguro con el distractor, buscan divertir al otro con lo que un niño podría sentirse tan desorientado que no sabría qué hacer, ni cómo actuar frente a la vida. Sobretodo cuando ésta no es divertida y nos pone a prueba. Su guión es: «Lo importante es divertirse» (Desorientación)
Autoridad Niveladora

Frente a estos estilos poco eficientes de educación, Virginia Satir propuso un tipo de comunicación más congruente, a la que llamó Niveladora. Una familia nutricia se comunica de modo más empático y creativo que fomenta una autoestima elevada, una comunicación directa y clara, con reglas humanas, flexibles y susceptibles de ser cambiadas si es preciso. La comunicación niveladora facilita un enlace con la sociedad abierto y confiado. Esta autoridad depende de los aprendizajes que le proporciona la vida misma y de las actualizaciones que hace de esos nuevos conocimientos. Ejerce, por decirlo de alguna manera, un liderazgo creativo que se va reajustando a medida que los entornos cambian. Quizás todo esto parece difícil, si nuestras experiencias fueron dolorosas. La buena noticia, sin embargo, es que siempre existe la esperanza de que cambie tu vida, porque tienes la capacidad de aprender cosas nuevas.

Con ello pretendemos decir que tras años de experiencia en psicoterapia, nos damos cuenta de que ya no cabe seguir culpando a los padres, sin importar lo dolorosos que hayan sido sus actos. Consideramos que las personas adultas son responsables de aceptar las consecuencias de sus actos y de aprender a conducirse de otra manera. Para ello, el reto está servido, re-conectarse con la propia valía es una oportunidad que está presente toda nuestra vida. Nunca es tarde para empezar.

Empezar a recuperar nuestra propia autoridad.

El verso XVIII del Tao Te Ching empieza así:

Cuando la grandeza del Tao está presente,

Los actos surgen del corazón.

Cuando la grandeza del tao está ausente,

Los actos provienen de las normas,

La autoridad y la justicia.

Tal vez la propuesta puede ser radical, pero se basa en la idea de que las personas necesitan amarse a si mismas para poder fomentar la autoestima en el otro, y ello aún es más importante cuando hablamos de educar. Cuando nuestro deseo es el de ayudar a otro ser humano a crecer.

Esta autoridad niveladora encuentra una manera de sostener la confrontación entre enseñar y permitir aprender. Como en el cuento sufí, no necesitamos elegir entre la bella princesa y la bruja malvada, podemos integrar esas dos polaridades de manera elegante. Quizás el verdadero camino se halla en algún lugar entre ambas opciones. Enseñar, y al tiempo facilitar el deseo exploratorio del niño permitiendo así que aprenda. Esto mismo nos sirve para ejercer una autoridad congruente con cualquier ser humano. El filósofo José Antonio Marina en su libro «La recuperación de la autoridad» pide a los padres que olvidemos el miedo a la ternura y la exigencia, es decir, si podemos exigir desde la ternura logramos algo tan maravilloso como poder unir algo que parece separado.

Quién vence a los demás es fuerte, quién se vence a si mismo es invencible.

Lao Tse (Tao te ching)

El padre del Taoísmo nos sugiere un camino interesante a recorrer. La idea de que la autoridad radica en el propio interior. Vencerse a si mismo para poder ser congruente entre nuestras peticiones y nuestros actos. O lo que es lo mismo «Hacer lo que se dice». Cualquier niño descubre fácilmente nuestras incongruencias señalándonoslas cuando queremos que haga una cosa que nosotros mismos no hacemos. Milton Erickson, legendario psicoterapeuta, solía pedir a sus pacientes que hicieran cosas que podían parecer inverosímiles para curarse. Cuando fue preguntado de porqué confiaba de que los clientes le harían caso, él señalaba: «¡Cómo no van a hacerlo, saben que hablo en serio!».

Liderazgo Nivelador

Siempre estamos a tiempo para reconectar con nuestra autoridad interna. Para ello es bueno empezar conectando con nuestro propio centro. Desde ahí proponemos algunas sugerencias para ejercer un liderazgo congruente y nivelador:

Ten claro lo que quieres, de este modo será más fácil transmitir tus deseos.
Las reglas son útiles y conviene añadirles la regla de oro: «¡Ojo, las reglas pueden mejorarse!»
Aprende a diferenciar lo que las personas hacen y lo que son. «Has tirado el agua» tiene que ver con el comportamiento y, en cambio «Eres un desastre!» afecta a la identidad del otro. Ese es un tipo de maldición que provoca mucho dolor a los demás.
Ofrece sugerencias alternativas de comportamiento: Casi siempre, después de una crítica, podemos sugerir a la persona qué hacer o cómo hacerlo mejor.
Si somos humanos, la ira y la impotencia nos vendrá a visitar. Una persona madura sabe reconocer estos sentimientos y los sitúa en el contexto adecuado. Es probable que tu impotencia no tenga que ver con lo que está pasando ahora. Si la ira nos invade a menudo, tal vez es un buen momento para dejarse ayudar por algún profesional.
Trabaja tu autoestima, frente a un abuso de autoridad es importante conocerse. Así podemos saber cómo, en ocasiones, participamos en mantener ese problema.
Aún cuando ejerces la autoridad, sigues siendo el mismo. Se puede seguir siendo buena persona aunque tomes decisiones que no gusten a los demás.
Recuerda perder el miedo a ser tierno y exigente. No hay que olvidar que, como Óscar Wilde solía decir: «A menudo, con las mejores intenciones se consiguen los peores efectos».

Entrevista a John Grinder

ENTREVISTA JOHN GRINDER

Tuvimos la oportunidad de conversar con uno de los creadores de la Programación Neuro Lingüística, John Grinder, que, junto con Richard Bandler en los años 70 diseñó los principios de esta disciplina.

Graduado en Psicología a principios de los 60 en la Universidad de San Francisco, John Grinder ingresó en ejército de los Estados Unidos hasta llegar a la graduación de Capitán de las Fuerzas Especiales durante los años de la Guerra Fría, durante un período de tiempo trabajó para la Agencia de Inteligencia de su país. Se doctoró en Lingüística en la Universidad de California, San Diego siendo colaborador de grandes estudiosos y científicos como George A. Miller, uno de los padres de las neurociencias cognitivas y de Noam Chomsky, lingüista creador de la gramática transformacional y ensayista de renombre internacional. En los años 70, crea junto a su colaborador en aquella época Richard Bandler lo que hoy en día es conocido como PNL. Más tarde, en los 80, revisa sus postulados y formas de trabajo dando lugar a lo que Grinder denominó Nuevo Código de la PNL. Ha publicado varios libros acerca de su especialidad, algunos de ellos publicados en español y considerados obras indispensables dentro del campo de la psicoterapia.

A sus 67 años, es un hombre vivaz, elástico, a la vez que me parece muy acogedor. Está en una forma física envidiable y resulta un gran conversador. Gracias a su dominio extraordinario del castellano, nuestra charla se convirtió en un aprendizaje placentero para mi, John Grinder, es un hombre próximo y congruente, alejado del estereotipo de Prima Donna que reflejan otros grandes personajes del mundo del cambio.

Cetebreu: John, gracias por conversar con nosotros, he visto que estás de recorrido mundial presentando tus conocimientos, tal vez nuestros lectores no sepan muy bien qué es eso de la PNL, ¿Puedes explicarnos brevemente de qué se trata?

Grinder: La PNL surgió como expresión de nuestra curiosidad acerca de cómo los seres humanos hacen las cosas. Mi compañero en aquella época, Richard Bandler, y yo nos afanamos en descubrir las pautas que hacían que una persona tuviera comportamientos y habilidades excelentes para la comunicación y trabajamos como equipo para crear una manera que nos permitiera comprender y comportarnos como la persona a la que queríamos «modelar». Fuimos muy osados y estudiamos a grades magos de la terapia como Fritz Perls, el padre de la terapia gestáltica o al prestigioso Milton Erickson. Que ha sido considerado el hombre que situó a la hipnosis clínica al nivel científico que merece.

Cetebreu: ¿Para qué podía serviros eso?

Grinder: Nuestra intención era descubrir qué patrones de comunicación usaban grandes terapeutas de aquella época. Queríamos encontrar la piedra filosofal que permitía a las personas lograr cambios. En esos momentos, desarrollamos nuestra agudeza sensorial, nuestra capacidad de observar, escuchar, sentir, y también perfeccionar nuestra manera de preguntar para obtener informaciones relevantes que nos permitieran captar cuáles eran las habilidades de las personas que observábamos y cómo era su modo de ver y reaccionar frente al mundo. Eso nos permitió reproducir lo que estas personas hacían e incluso creer lo que estas personas creían. ¡Y nos salía la mar de bien! Eso nos animó a seguir investigando.

Cetebreu: ¿Y de ahí surge la PNL?

Grinder: Así es. Sería el estudio de los programas inconscientes que permiten que nuestra neurología se exprese a través de todo tipo de lenguaje. Esos programas se extienden a todo nuestro funcionamiento y a cómo nos enfrentamos (o disfrutamos) a la vida, a nuestra realidad.

Cetebreu: A eso es lo que llamas el código antiguo, aprender a modelar a través de preguntar, observar, escuchar, y estudiar lo que las personas hacen y aprender a reproducir esas cosas.

Grinder: Y también aprender cómo haces tu mismo las cosas cuando te salen bien. ¡Eso es como copiarte a ti mismo! Es bueno saber que en muchas ocasiones funcionaste de manera apropiada y el conocer cómo lo hiciste te puede resultar muy útil.

Cetebreu: Entonces, ¿En qué se diferencia el Nuevo Código del antiguo? ¿Sigue siendo PNL o es otra cosa?

Grinder: ¡Pues claro que es PNL! ¡La PNL es un filosofía de vida! El nuevo código se diferencia en que pensamos que si los programas eran casi siempre inconscientes, debíamos proponer un trabajo con ese inconsciente. Darle mayor importancia. En colaboración con Judith De Lozier, empezamos a profundizar en ese trabajo, que luego he ido actualizando constantemente con la ayuda imprescindible de mi esposa, que me acompaña siempre, Carmen Bostic St. Clair. Trabajar con el inconsciente, es decir, esa parte de nuestra mente que no controlamos. Fíjate, no podíamos dejar que nuestra mente consciente se ocupara de cosas tan complejas como la curación, el cambio, etc. Dar un espacio a esa parte del cerebro que suele estar en dominada por el hemisferio derecho para hacerse cargo de funciones básicas de nuestro ser.

En el código antiguo preguntábamos a las personas qué tipo de cambio era el que necesitaban, y las personas nos respondían conscientemente. Con el tipo de pensamiento que, seguramente, no sólo no había resuelto sus problemas sino que lo empeoraba. Ese trabajo no se le puede dar a la parte consciente de la persona. Es muy complicado. El código nuevo propone una solución que está más allá de lo que la persona puede pensar. La mente inconsciente puede resolver el problema de un modo impensable para nosotros.

Cetebreu: ¿Propones ser más intuitivos?

Grinder: Muchos problemas se complican si pensamos. Cuando tienes dudas, por ejemplo. ¿Me casaré con Juan o con Antonio? Nuestra mente consciente, racional, no puede ir más allá que la de hacer listas de pros y contras. Sin embargo el amor no es algo racional. No puedes encontrar respuestas en la lógica cuando la propuesta no comparte esa misma lógica. La lógica del amor no es racional. ¿Cómo sabe alguien si tu media naranja será Juan o Antonio?

Cetebreu: Uno lo siente. Creo que sientes que es así.

Grinder: Este es un ejemplo para lo que quiero decir. ¿Lo ves? Seguramente tu mente inconsciente obtiene de manera rápida los datos suficientes para tomar una buena decisión. Tal vez lo llames intuición. Yo pienso que tienen que ver con nuestra sabiduría interior. Si haces caso omiso de esa «intuición» y sigues pensando, seguramente lo vas a complicar.

Cetebreu: Entonces ¿Cómo podemos entender eso cuando nos encontramos enfermos?

Grinder: Entiendo la enfermedad como una falta de conciencia en escuchar los síntomas que nos suceden. Si tenemos falta de conciencia, tendremos falta de respuesta de nuestro organismo. O tendremos respuestas equivocadas. Cuando me refiero a la sabiduría inconsciente hago hincapié en como nuestro inconsciente puede colaborar en nuestra curación. ¡Cuidado! No estoy diciendo que no haya que utilizar los avances de la medicina, ni la alta tecnología, al contrario, pienso que nuestra intuición inconsciente puede colaborar con los enfoques médicos, sean cuales sean, en agilizar los procesos de sanación de nuestro organismo.

Cetebreu: Así pues, ¿nuestra mente puede ser un asistente médico?

Grinder: El mejor. Hay que tener cuidado en cómo afrontamos los procesos curativos ¿no crees? mira, muchas veces recibimos un diagnóstico y una maldición. Primero nos dicen el diagnóstico, tiene usted tal o cual cosa y luego viene la maldición, predicen un resultado. Las palabras que nos dicen nos marcan, de modo que es posible que sigamos ciegamente aquello que nos han dicho. Llamamos a eso sugestiones posthipnóticas. Es como la orden que te da un hipnotizador, como los mensajes subliminales, los sigues y ya está. Es por ello, que al estar en contacto con nuestro inconsciente podemos recuperar el sendero de lo que nuestro propio organismo necesita. Escucha tus síntomas, son mensajes que estás recibiendo de una sabiduría superior.

Cetebreu: ¿Sugieres entonces que no pretendamos dominar los síntomas?

Grinder: Algo así. El síntoma aparece como algo involuntario, no está bajo el control de nuestra voluntariedad. Es algo que emerge y debe ser reconocido y atendido.

Cetebreu: John, se están celebrando ahora 100 años de psicoterapia ¿Crees que a pesar de ello el mundo va peor?

Grinder: No, no. No creo que el mundo vaya peor. Ni siquiera a pesar de la psicoterapia. El caso es que los terapeutas estén bien afinados. No podemos pretender un mundo perfecto, pero cuando uno no está bien puede tener tendencia a ver el mundo de una determinada manera. Eso es un error gravísimo a mi modo de ver. Un terapeuta tiene que estar libre de sus propios fantasmas, sino los irá encontrando en su consulta cuando hable con sus clientes. Un trabajo de evolución personal es indispensable en un profesional de la salud.

Cetebreu: Esto de la Evolución Personal, suena a crecimiento personal.

Grinder: Si, puede. Lo llamo el arte de ser impecable. La evolución personal para mi es percibir el propio cambio como camino de vida. Poner el foco de nuestra atención en el aprendizaje. Ser curiosos. Marcel Proust decía, «No hace falta ver distintos lugares, sino ver los mismos lugares con distintos ojos». Ver la vida con nuevos ojos significa no caer en la rutina ni en la complacencia. Estas dos cosas nos roban la posibilidad de apreciar lo que nos propone lo desconocido.

Cetebreu: Eso debe de ser útil también para la vida de pareja. ¿No es así?

Grinder: Claro. Las buenas intenciones no son suficientes. La rutina está llena de buenas intenciones, por ejemplo.

Cetebreu: Óscar Wilde decía «Con las mejores intenciones se consiguen los peores efectos»…

Grinder: Ja, Ja! ¡Estoy de acuerdo con Óscar! No podemos caer en los gestos previsibles. Hay que ser genuino. No permitamos que un gesto de amor se convierta en un gesto sin significado. Creo que hay que acompañar el gesto con un significado profundo. Creo que las cualidades básicas de un buen practicante de PNL son las mismas que necesita un buen amante, ja, ja, la congruencia personal, la inteligencia, una gran curiosidad, desarrollar una fobia a repetirse y, sobre todo, un excelente sentido del humor.

Cetebreu: Has hablado de la curiosidad. ¿De qué manera es una herramienta interesante en el día a día?

Grinder: ¡Debería estar en el examen para ser humanos! Pienso que venimos a esta vida a aprender, yo soy un gran curioso. Me gusta estar conectado con lo que me rodea, los últimos avances científicos, la nutrición, la medicina. La mejor manera de aprender es suspender el conocimiento previo, acercarse a las cosas desprovistos de lo que ya sabemos. A eso le llamo el estado de no-saber. Te permite aprender cada vez más y más. También sobre uno mismo. Conócete a ti mismo, pero para ello necesitas estar curioso acerca de ti mismo. No estar juzgándote desde lo que crees que sabes, o lo que crees que es correcto.

Cetebreu: Bueno, en realidad la gente siempre andamos diciéndonos lo que debemos hacer o no.

Grinder: ¡Y así nos va! Precisamente ese es el punto importante de lo que deseo decir. Ese diálogo interior suele ser limitante, a veces es positivo, pero casi siempre lo usamos para decirnos cosas negativas. Nuestra mente consciente interfiere en el cuidado a la integridad del entorno en forma de cosas que nos decimos a nosotros mismos o mediante bloqueos generados por su incapacidad de hacer frente a las situaciones que no controla o frente a las emergencias que pueden suceder. En el Código Nuevo, propongo un salto a un nivel superior. No se trata de modificar el diálogo interno. Se trata de no tenerlo. Si tenemos un estrecho contacto con nuestra sabiduría inconsciente, vives en el ahora. Yo no tengo diálogo interno. Sólo actúo.

Cetebreu: Eso se me antoja difícil, ¿requiere mucho entrenamiento?

Grinder: Bueno. Como todo ¿no? El objetivo de todo aprendizaje es el de dominar la habilidad hasta el punto en que se convierta en inconsciente, es decir, que surja sin necesidad de darte auto instrucciones. No te hables a ti mismo. Presta atención a lo que está rodeándote y responde a ello. Si tu mente está bien, la respuesta será la correcta.

Cetebreu: ¿Eso es lo que vienes a enseñar en tu seminario de PNL?

Grinder: En el seminario estamos trabajando con nosotros mismos. Practicando. Si una persona practica lo suficiente y lo pasa bien puede estar lista para el cambio. Y estar atenta a las consecuencias. Para seguir adaptándose a ese cambio y lograr una mejora que sea ecológica. Uno debe estar bien para que todo vaya mejor.

Cetebreu: John, gracias por brindarnos tu atención, ¿Cuál sería un buen final para nuestra charla?

Grinder: Me gustaría decir dos cosas. Una sobre las personas que han asistido al seminario. Me ha halagado su compromiso, su capacidad de trabajo. Me han impresionado y quiero expresarlo. La otra cosa es que las personas tenemos recursos ilimitados ¿No sería bueno que lo recordáramos a menudo?

Para saber más, obras publicadas:

En español:

La estructura de la Magia 1 y 2. (Junto a Richard Bandler) Editorial Cuatro Vientos, Chile.
De Sapos a Príncipes (Junto a Richard Bandler) Ed. Cuatro Vientos, Chile
Su último libro (en inglés): Steps to an ecology of emergency

En Internet: www.wispheringinthewind.com

Entrevista a Bill O’Hanlon

Entrevista a Bill O´Hanlon

En estos días, la Psicología Positiva está cobrando una fuerza arrolladora, esta disciplina científica surge de la idea de un grupo de psicólogos que se pusieron a trabajar prestando atención a aquellas cosas que hacen que las personas estén bien y disfruten más de sus vidas. Tradicionalmente la psicología se había centrado en las dificultades de las personas obviando quizás el investigar acerca de aquello que indudablemente nos hace bien. De entre estas personas que están innovando constantemente en el campo de la terapia hemos recibido en Barcelona la visita del célebre psicoterapeuta Bill O´Hanlon. O´Hanlon ha presentado su taller «Terapia orientada a las Soluciones» destinado a psicoterapeutas, coaches y a personas que trabajan en el ámbito de la salud y la ayuda.

Autor de más de 30 libros, muchos de ellos publicados en lengua española, Bill O´Hanlon es uno de esos terapeutas que forman parte de la élite en lo que hoy día se ha llamado la «cuarta ola» ola de la psicoterapia, lo que se conoce como terapia breve y orientada a las soluciones, terapias narrativas, terapias inclusivas y psicología positiva. Es un comunicador excelente que a lo largo de las dieciséis horas de su taller ha cautivado a los participantes con sus exposiciones teóricas, sus historias y anécdotas, sus prácticas y sus demostraciones. No cabe duda de que es un hombre simpático y agradable, nos atendió muy amablemente tras su seminario y tuvimos la oportunidad de conversar con él acerca de sus innovadoras ideas en el terreno de la psicoterapia. Se mostró entregado a lo largo de los dos días y también durante nuestro encuentro. Su misión está en dar a conocer su enfoque terapéutico y el de compartirlo a través de sus libros. Como él mismo nos dijo, tal es su pasión que les suele decir a sus amigos: «¡Paradme! ¡Creo que voy a escribir otro libro!»

Cetebreu: Hemos asistido a tu seminario y hemos podido ver parte de las cosas que haces, hoy en día te has convertido en un conocido psicólogo, pero, ¿qué te llevó a hacerte psicoterapeuta?

O’Hanlon: La verdad es que han sucedido muchas cosas en mi vida que creo que me llevaron al camino de la psicoterapia. Una de ellas, tal vez la más importante, fue el hecho de que fui abusado sexualmente a la edad de 8 años por parte de mi abuelo. Eso hizo de mí un chico muy sensible, que se sentía inadecuado y al que la timidez le impedía tener una vida deseable. Más tarde, cuando llegué a la universidad, me sentía un solitario, un poeta al que la tristeza y el hastío llevaron al borde del suicidio. Si. Decidí suicidarme. Tenía muy pocos amigos y los que tenía se sentían tan desgraciados como yo, de modo que pensé que lo mejor que podía hacer era contarles mis planes y así lo hice. Todos me dijeron que se sentían como yo pero que no tenían la valentía de quitarse la vida. Sólo una de mis amigas pareció conmoverse con mi decisión y me contó que tenía unas tías bastante adineradas, me dijo que iba a heredar de ellas unas propiedades en el medio oeste y que si le prometía no suicidarme, ella me dejaría vivir en su propiedad. Así, podría disfrutar de mi poesía, y vivir apartado de la gente que tanto llegaba a hacerme sentir herido. Me dijo que podía cultivar mi propia comida y que podría pasar allí el resto de mis días. Las tías de mi amiga tenían unos 70 años, y yo 19, y pensé que la cosa estaba hecha. Las dos mujeres no tardarían en morir y pronto podría hacer mi vida. Para aprovechar el tiempo de espera, me obsesioné en saber que hacía que la gente tuviera buenas relaciones y fuera feliz. Incluso me interesé en qué hacía que la gente pudiera tener prosperidad y éxito. A pesar de que mi depresión aún duró algún tiempo más, mi interés en saber cómo la gente salía adelante y disfrutaba me llevó a seguir el camino de la psicoterapia.

Cetebreu: Creo que aprendiste con el famoso psiquiatra Milton Erickson, ¿Cuál fue la influencia que él tuvo en tu manera de hacer psicoterapia?

O’Hanlon: No puedo dejar de decir que el gran Milton Erickson resultó un padrino maravilloso para lo que luego ha sido el desarrollo de todo mi trabajo y mi vida. Lo conocí en 1973 cuando, para poder pagar parte de mis estudios, trabajé en una tienda de artesanía nativa en Arizona. Erickson y su esposa compraron algunas cosas y como él iba en silla de ruedas me ofrecí a llevarle su compra hasta el coche. Luego, un compañero me preguntó si lo conocía. Le dije que no. Entonces él me comentó que ese tipo era un gran psiquiatra y me mostró un artículo del periódico en el que se hablaba de él. El artículo contaba algunas de sus «hazañas» con sus pacientes y me impactaron tanto que decidí que tenía que aprender con ese hombre. Así que le escribí una carta diciéndole que haría lo que fuera por aprender con él, hasta me ofrecí a arreglarle el jardín si hacía falta. Unas semanas más tarde, mi compañero de piso me dijo: «Ha llamado por teléfono el tipo más raro del mundo, ¡preguntaba por el servicio de jardinería O´Hanlon!» Así fue como me puse en contacto con él y, verdaderamente, me tuvo trabajando como jardinero al tiempo que me contaba sus historias, una tras otra, realizando una labor terapéutica de la que yo ni siquiera me daba cuenta.

Años más tarde escribí mi primer libro con una transcripción de muchas de esas historias que se titula «Raíces profundas: El arte de la psicoterapia de Milton Erickson».

Ese hombre era una especie de Sherlock Holmes, siempre me contó historias acerca de las cosas que me preocupaban sin que yo se lo dijera. Cuando le preguntaba «¿Cómo lo supo?» Él solía salirse por la tangente diciéndome cosas como que lo había remarcado en alguna conversación casual. Él ha sido fuente de inspiración para muchos de los grandes psicoterapeutas de hoy y, claro, también resultó una fuente de sabiduría para mí.

Cetebreu: En el terreno de la salud, cada vez hay más visitas al médico por cuestiones que podemos calificar de psicológicas, trastornos psicosomáticos, etc. ¿Qué podemos decirle acerca de ello a los profesionales de la salud? ¿Y a los usuarios de los servicios sanitarios?

O’Hanlon: Bueno, desde hace un tiempo estoy muy interesado en lo que se ha dado en llamar «Psicología positiva», es una escuela que estudia las cosas que van bien. Es decir, pone su atención en lo que hace que las personas disfruten de la vida en lugar de poner atención en lo que va mal. Los médicos, debido a su formación siempre han estado interesados en saber lo que va mal con lo que muchas veces el problema se agrava pues el paciente se va desanimando al sentir que todo en su vida se centra en lo que no va bien. Es muy difícil desde aquí dar una opinión creíble pero en mi trabajo me centro mucho en saber qué es lo que va bien, o fue bien, en la vida de las personas y ahí me centro en buscar posibilidades y recursos que les permitan recuperar la sensación de control de su propia vida. Eso también pude aprenderlo de personas como Erickson, él decía las personas tienen recursos, tienen posibilidades, la obligación del terapeuta es la de proporcionar un lugar para que ellos los encuentren.

¿Qué cosas son las que te hacen sentir bien? ¿Cómo superaste los escollos en el pasado? ¿Quién apostaría de que lo vas a conseguir? Estas son las cosas que les preguntaría a las personas que tienen dificultades.

Cetebreu: ¿Es la medicación una «anestesia» para el cambio de las personas?

O’Hanlon: No tengo nada en contra de la medicación cuando es útil y necesaria. La medicina ha avanzado y avanza cada día, sería absurdo no aprovecharlo ¿no? Ahora bien, entiendo las crisis como oportunidades de «re-organizar» la vida de las personas. En ocasiones la medicación impide o dificulta la posibilidad de esa reorganización al mitigar los síntomas que los pacientes presentan. ¿Qué cosas están pidiendo ser cambiadas? Las respuestas a esta pregunta son los caminos de la superación de las crisis.

Cetebreu: Tengo un familiar que se siente deprimido y no sabe qué le pasa ¿Qué podemos hacer con él? ¿Cómo podemos ayudar?

O’Hanlon: Vuelvo a decirte que es difícil decir las cosas en una entrevista sin saber de qué persona estamos hablando. Con cada caso podríamos utilizar un enfoque diferente. Mi primera idea sería en ayudarle a tener un afrontamiento diferente, positivo. Te cuento, le preguntaría por cómo es su día y buscaría en qué momentos vence aunque sea un poquito a su depresión, o cuándo su depresión es más moderada, y buscaría con la persona qué hace que las cosas estén un poco mejor. A veces es difícil que sean capaces de responder y si no lo hacen, les podemos preguntar ¿Cómo se explican que las cosas no estén peor? ¿Cómo consigue mantener el problema en estos parámetros? Como ves, siempre intento que ellos encuentren cómo hay momentos en que vencen a su depresión y entonces los animo a mejorar y aumentar esos momentos.

Cetebreu: Si tuviera Vd. que recomendarnos 3 cosas para vivir más felices ¿qué nos diría? (¿Algún consejo para vivir una vida mejor?)

O’Hanlon: Hay estudios que se han hecho sobre la felicidad que han dado resultados muy interesantes por lo curiosos que son. ¿Sabías que los niveles de felicidad tienden a mantenerse estables en la vida de alguien? Eso quiere decir que personas que tuvieron graves enfermedades o accidentes e incluso personas que ganaron en la lotería, al cabo de un tiempo vuelven a sentir el mismo grado de felicidad que tenían antes de esos acontecimientos. También se ha estudiado que las personas somos bastante malas prediciendo las cosas que nos harán felices. Creemos que tal o cual cosa nos hará felices y cuando lo logramos nos damos cuenta de que nuestra creencia era equivocada. Así pues, te diré que estos estudiosos han encontrado algunas cosas importantes que hacen las personas que puntúan más alto en las escalas de evaluación de la felicidad, veamos:

1º Las conexiones sociales. Ten amigos. Las personas que tienen amigos (más de 5) se puntúan como más felices que las personas que no los tienen

2º Aprende a ser optimista. Las personas que tienden a ver la botella medio llena, son más felices. Habría de poder aprender eso en las escuelas. Todos nos fijamos en el suspenso y pasamos los aprobados por alto.

3º Apreciar lo que se tiene. Le llamo sentimiento de gratitud. Un ejercicio que les pido a las personas que me consultan es el de encontrar cada semana 3 cosas por las que estar agradecido. Gratitud hacia uno mismo, hacia otros, hacia la vida, etc. Al cabo de unas semanas, las personas me cuentan que con esta cosa tan sencilla, se han sentido mucho mejor y que han sido un poco más felices al hacerlo

4ª Sentir la trascendencia. Creo que es importante para los seres humanos poder sentir que la vida tiene un propósito más allá de uno mismo. Gandhi decía: «La mejor manera de encontrarte a ti mismo es perderte a ti mismo al servicio de los demás». La vida es algo más que tú mismo. ¿En qué puedes contribuir? Crear una familia puede llevarte a ese sentimiento de trascendencia, pues puedes ver a tu familia como algo más que tú mismo.

Cetebreu: ¿Cómo puede alguien aprender a aceptarse más como es?

O’Hanlon: Me parece que para aprender a aceptarse a uno mismo existen diferentes niveles que yo llamo de inclusión, en el primer nivel estaría bien poderse dar permiso a vivir lo que te sucede. Si te sientes mal, darse permiso a sentirse mal es el primer nivel de inclusión. Si te peleas contigo por sentirte mal agravas tu situación. Aprender a sentir que está bien ser como eres, o de vivir lo que vives. En el segundo nivel hemos de aprender a darnos permiso para no cambiar si no queremos, puedes aprender a estar bien aún siendo quién eres. El tercer nivel de inclusión nos lleva a generar esperanza para la persona a través de saber que es bueno poder ser como eres y también ser cosas diferentes.

Cetebreu: Vd. es estadounidense pero viaja con sus talleres por todo el mundo, ¿Son muy diferentes las percepciones de las personas en diferentes lugares? ¿Plantean problemas similares?

O’Hanlon: La verdad es que encuentro que el sufrimiento humano es parecido en todos los lugares, aunque en cada cultura existen diferentes maneras de afrontar las cosas que nos pasan. Como me gusta aprender qué cosas son las que hacen que la gente se sienta mejor observo estas diferentes cosas y las aplico en mi vida cotidiana, las pruebo. Así luego aliento a mis clientes a probar cosas diferentes. La flexibilidad es muy importante.

Cetebreu: Algunos médicos plantean que muchas enfermedades graves están relacionadas con los sentimientos de culpa ¿Cómo aborda Vd. este tipo de emociones y sentimientos?

O’Hanlon: Un buen amigo mío, el gran psicólogo John Weakland solía decir que cuando la persona se siente mal, para ella «la vida se convierte en esa maldita cosa que sucede una y otra vez». Cuando eso ocurre, trabajo en cambiar la manera de «hacer» en el problema y en cambiar la manera de «ver» el problema. Eso nos lleva probablemente a cambiar la manera en la que la persona «siente» el problema. Buscamos cuál es el significado de lo que acontece y le pedimos a la persona que realice cambios en lo que hace con lo que siente o con lo que pasa. ¿Para qué es útil la culpa? Puede ser muy útil para intentar ser aún mejor persona. ¡Imagínate! Sentir culpa cuando lo que quieres es mejorar. Entonces, ¿Qué puedes hacer diferente «cómo si» fueras alguien mejor? Al encontrarle una posible utilidad a la culpa, nos resulta más fácil aceptarla. Esa aceptación puede llevarnos a cambiar la visión acerca de ese sentimiento y transformarlo en algo más posibilitado.

Cetebreu: Vd. Ha trabajado con víctimas de abusos ¿De qué manera su trabajo puede facilitarles una vida mejor?

O’Hanlon: Como te he dicho antes, sufrí abusos en mi infancia. Eso significa que cuando las personas me consultan creo que puedo saber lo que sienten. Cuando quise investigar sobre el tema, asistí a seminarios y leí todo lo que pude acerca de ello. Me sorprendió que los profesionales del tema estaban trabajando de diferente manera de cómo yo lo hacía. Como me daba cuenta de que a mis clientes les iba bien, pensé en escribir algo acerca de mi abordaje para estas problemáticas. Las personas que han sufrido de este tipo de abusos suelen desarrollar límites internos muy marcados. Estos límites hacen que las personas se desconecten de lo que les pasó. Viven completamente separados de la experiencia traumática que experimentaron. Sin embargo, los límites externos suelen ser muy difusos, es como si un grupo de personas que comparten un piso deciden expulsar a uno de ellos. Lo echan y cambian la cerradura. El expulsado se queda golpeando la puerta un buen rato, armando un alboroto, los demás no le hacen caso y él termina marchándose. Durante mucho tiempo, el expulsado permanece ahí buscando una manera de volver, hasta que un día, desesperado, entra lanzándose contra la ventana. Los recuerdos persistentes que tiene la persona abusada son como esa entrada por la ventana. Las partes de la experiencia que han sido enterradas aparecen de manera destructiva y violenta en la vida de la persona. Los clientes me dicen que es como si estuvieran experimentando lo que ocurrió una y otra vez. Tradicionalmente se ha tratado a estas personas mediante el modelo catártico, es decir haciendo reexperimentar la experiencia dolorosa al paciente. No obstante, mi experiencia me muestra que las personas encuentran otras maneras de resolver estos abusos si tienen oportunidad. La valoración, la inclusión y el permiso son los antídotos para el sentimiento de devaluación, culpa y de desapego. Lo esencial es invitar al cliente a permitir y valorar todo aquello que sienta, perciba, intuya o experimente. Podemos pedirle que lleve un diario, o que dialogue con los aspectos devaluados de si mismo y les dé un mensaje permisivo algo como «Déjate llevar, siente lo que sientes y, simplemente, sé tú mismo en dónde estés. Dar permiso a sentir cosas opuestas como amor y odio a la vez, o desear una cosa y no desearla. Por ejemplo, desear tener relaciones sexuales y, a la vez, no desearlo. Es muy tranquilizador saber que puedes sentir dos cosas al mismo tiempo o sentir algo y su contrario. Por último, ayudar a la persona a orientarse al futuro con esperanza. Crear un futuro con nuevas posibilidades.

Cetebreu: ¿Puede aplicarse su método de trabajo en personas que padecen enfermedades graves tanto mentales como físicas?

O’Hanlon: Pienso que mi trabajo propone cosas que pueden aplicarse en muchos contextos y, por supuesto en dolencias que podemos considerar graves. No creo que curemos la enfermedad, si es que la hay, pero podemos ayudar a la persona cooperando en encontrar maneras de estar mucho mejor. Y podría ser que él/ella se olvidara de que padece esta enfermedad y puede que también los demás se olviden de que la tiene. Los terapeutas de posibilidades negociamos cosas que podemos ayudar a arreglar. Y bien mirado existen muchas cosas que tenemos el poder de cambiar. Pequeños cambios pueden marcar grandes diferencias entre estar bien y estar mal. Podemos lograr pequeñas cosas, una tras otra y éstas se convierten en algo más grande. Como decía Abraham Lincoln, «Lo mejor del futuro es que viene día a día».

Cetebreu: Muchas personas padecen en su familia problemas con sus hijos, ¿Cuál piensas que es el origen de estas dificultades? ¿La educación? ¿La escuela?

O’Hanlon: La gente suele venir a terapia familiar con dos expectativas. Que les libremos de sus problemas o que les culpemos de ellos. Nosotros intentamos que se centren y participen activamente en la producción del cambio. Y eso puede valer para los demás ámbitos, la escuela o la educación. Consideramos a las familias expertas en sus problemas así que les pedimos su colaboración para realizar movimientos. Frente a un problema, los comportamientos de los terapeutas dependen de la formación que tienen, los terapeutas conductuales ven problemas de conducta y aprendizaje, los psicoanalistas ven asuntos pasados no resueltos, los terapeutas familiares ven vinculaciones secretas, alianzas, etc. Mara Selvini, la creadora de la famosa escuela terapéutica de Milán solía decir que cuando un psicólogo tuviera una hipótesis no se casara con ella, yo aún diría más, ni siquiera debería citarse con ella. Quiero decir que cada caso particular tiene su propia manera de abordar el problema y lograr una solución y para eso es muy importante la co-laboración entre terapeuta y consultante. El terapeuta debe estar abierto a escuchar y a ser muy flexible para poder ayudar a una familia. Como consecuencia de esta escucha, puede que lleguemos a la conclusión de que todos estén replica watches implicados de alguna manera en mantener el problema, la escuela, la familia, o… ¡Hasta el propio terapeuta!

Cetebreu: Muchas gracias, Bill, por este tiempo que nos has dedicado y por compartir con nosotros tus ideas

O’Hanlon: Alguien dijo en una ocasión que si dos personas se intercambian un billete de un dólar, cada uno se va con un dólar, sin embargo, si dos personas se intercambian una idea, cada uno de los dos se marcha con dos ideas, así pues creo que es buen negocio esto del intercambio de ideas.