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LA CERTEZA DE LA INCERTEZA 

Por Bet Font:

LA CERTEZA DE LA INCERTEZA

Un instinto atávico me lleva a cocinar para mi familia. Voy a conseguir provisiones para que comamos. Ando por la acera con esa única prioridad. Me hiere que la doña me recrimine por acercarme demasiado a ella al cruzarnos. Me ofenden tantas máscaras y guantes en el súper. Seguro que todos buscan comida para los que quieren. Me inquieta no saber cuánto tardaré en volver a ver sus bocas descubiertas, las que saborean y besan.
Me angustia que mañana ese sol de muchacha no tendrá un funeral para despedir a su madre en condiciones. No podrá recibir más abrazos que los de su padre, ni palabras amorosas de los suyos. Mañana se restringen abrazos y se posponen rituales. Igual que hoy y que ayer. La muchacha está rabiando al escuchar quejas de quienes han de soportar tantas horas a sus parientes, cuando ella no podrá ni aspirar a ser consolada por alguien que no sea su padre, mientras incineren a su madre. Quemarán sus abrazos. Y los pondrán en una urna biodegradable, tal vez abrazable. Según elección. Ni siquiera verá a su madre arreglada porque ni se sabe cuando se volverán a maquillar madres.
Me duele que tanto personal médico viva atemorizado, priorizando protegerse al acompañar. Con miedo a contagiar a sus hijos. Por si lo que traen entre manos no fuera suficiente. Que algunos de ellos hagan la llamada de rigor para comunicar: “Su familiar está bien, mañana a esta hora le volvemos a llamar”. Y otros la reciban.
Me entristece ver que mi madre está desorientada y temblorosa en su casa. Le aterra no poder pagar la cuenta de la farmacia sin tarjeta de crédito. Es de otra época. Nació con la guerra, pero ya no quiere guerrear. Dice que prefiere morir. Que en 83 años y medio jamás le habían prohibido salir a comprar croquetas. En su mundo vivir sin restaurantes es un horror. Está sola, sin sus encuentros diarios. Con doble dosis de
artrosis, de depre, e incertidumbre. Una vecina autoritaria y resabiada, plantada ante ella, le impone férreamente que se coma el puré que le preparó. Le pido que se largue y la deje comer como le plazca: ya le cerraron demasiados grifos. Aunque no el del caos y la mala compañía de las noticias en bucle.
Me pesa lo incierto, a ratos. Y a su vez me parece la mejor vacuna. Y que nos ayudemos. Y nos dosifiquemos. Y descansemos; que aún queda. Que cuidemos lo que está a nuestro alcance. Y estemos atentos a otras certezas: la de la solidaridad existiendo o la de los balcones con plantas floreciendo, en compañía. Algunas no echaban flores desde hacía un lustro. Tal vez presagien abrazos.
Bet Font
22/3/20

IMPRESCINDIBLE GUÍA INÚTIL PARA SANITARIOS DESBORDADOS

GUÍA INÚTIL PARA GENTE DESBORDADA
Como acompañar el miedo estando cagado

 

Si hay un error imperdonable, es el de dar consejos idiotas a aquél que no los ha pedido. Aun así, se me ha ocurrido pensar en crear una imprescindible guía inútil para manejar el miedo cuando te sientes desbordado o desbordada por cualquier pandemia. En mi mente, hoy, están los profesionales de la salud, que se hallan al frente de la contención de una enfermedad que está mostrando un rostro despiadado. Si eres sanitaria, si eres sanitario, estás muy presente en mis pensamientos de estos días.

Tengo amigas, compañeros, conocidos, alumnas y gente querida que se siente atemorizada y desbordada emocionalmente lidiando con la coyuntura y es por eso que os dedico estas líneas.

Sorteando el naufragio, los profesionales de la salud están al filo del abatimiento y deben acompañar, educar y tratar a miles de personas que, cuando menos, se sienten terriblemente vulnerables.

No tengo ni idea de cómo resolver una crisis de este tipo, por supuesto, pero se me da bien acompañar los miedos de la gente. A veces, los terrores con los que me manejo en el día a día de mi profesión son raros e infundados y en otras ocasiones, como ésta, son miedos basados en lo razonable. Tal vez son los peores. Temores posibles que pueden atenazarnos y dejarnos fuera de juego. Como ciudadano de a pie, estoy aquí para hacer caso a lo que me digan los expertos con respecto a la epidemia, así que como mi especialidad es el abordaje del miedo, estaría bien que la persona que me lee me haga caso. Sólo en este supuesto, si el lector  fracasa en el empeño de manejar el ogro de la incertidumbre, seré el único culpable.
El objetivo de esta guía imposible es la de alentar al que me lee a ser consciente del propio coraje, definiéndolo como la capacidad de dar aliento a los demás estando propiamente cagado. Si a esta definición le añadimos el cansancio, la sensación de presión de una sociedad cargada de aplausos a las 20h y que exige que te comportes como un verdadero Superman o Superwoman sin poder manifestar flojera, podemos decir que nuestras sanitarias y sanitarios son realmente valerosos.

El coraje, no nos flipemos, es la capacidad de alentar a los demás estando cagado.

Antes de proponer sugerencias creativas, es importante conocer como cavamos el pozo de nuestro descontento. De esta manera podemos identificar nuestras estrategias ineficientes para lograr llegar a destino de la mejor manera posible.
Fui boxeador profesional muchos años, y sé de buena tinta que nadie sale de un ring sin recibir algún golpe, algún raspón o con el ego magullado, ése es un aprendizaje para la vida. Esquivar, ser prudente, hacer caso a la táctica y confiar en tu esquina (esa gente que vocifera para que sigas adelante y que te ponen bolsas de hielo en el pómulo) puede ser una buena manera de manejar el pleito y bajar del encuentro con dignidad e incluso con una sonada victoria.

Ya sé que la vida no es un combate, qué coño, pero cada uno tiene sus metáforas.

Sin más preámbulo voy a identificar los patrones necesarios para perpetuar el miedo cuando nos situamos frente a una situación incierta. Es decir, si queremos adecentar una estrategia y hacerla útil en el manejo del canguelo, lo primero que hay que revisar son las cosas que podrían NO estar funcionando, así que apresurémonos a ver de qué manera podríamos estar garantizando la cronificación del problema.

COMO ASEGURAR EL MIEDO AL COLAPSO PERSONAL

Algunos de los temores a los que vamos a hacer frente a lo largo de esta terrible situación serán, por supuesto, el miedo a contagiarnos, contagiar a otros y/o a nuestros allegados. Otros miedos subsiguientes, como mínimo serían, el miedo a no estar a la altura del envite, no poder manejar la presión y equivocarnos, o tal vez el terrible temor a derrumbarnos a lo largo del camino. Todos estos demonios, van a visitarnos porque además de sanitarios, somos humanos. Estar junto al paciente, sin ninguna certeza, y sabiendo que delante existe la posibilidad de contagiarse, hace que nuestros sistemas de alarma se disparen permitiendo que nuestra amígdala tome -paradójicamente- el control descontroladamente. Cuando ello sucede, se activa el estado de emergencia interno y nuestras estrategias de defensa se intensifican.
Como todo en la vida, el veneno está en la dosis y cuando el camino es largo y polvoriento, lleno de obstáculos y de retos enigmáticos, nuestra razón se hace a un lado y el canguelo nos invade.

Ser humano, al final, tiene que ver con sentir que las cosas hacen mella. El  final de nuestros temores, casi siempre radica en el miedo a morir, a que mueran los que queremos o al temor a perder la cordura.

El miedo obsesivo, las dudas y las ideas catastróficas, nos llevan a intentar hacer cosas para sostener el andamio de nuestra salud mental y emocional. Cosas que en muchas ocasiones resultan infructuosas. Los intentos fallidos de solución colaboran a perpetuar y empeorar si cabe el problema a condición de repetirlos esforzadamente a pesar de su inutilidad. Detectar cuando los esfuerzos realizados para calmar nuestro estado frente a los temores descritos podrían estar resultando infructuosos podría ser un camino hacia una economía del sufrimiento. Nuestras soluciones disfuncionales pertenecen a diferentes categorías lógicas. Las describo a continuación:

1. Forzar la mente: Nuestra inteligencia se resiste a forzar los procesos espontáneos, es decir, si nuestro torrente de pensamiento va hacia el abismo, resulta muy complicado forzarlo a ir en otra dirección, dando lugar a un esfuerzo baldío. Eso es especialmente cierto con los pensamientos negativos, de desesperanza y ansiedad anticipatoria. Por supuesto, cuando el miedo es moderado, podemos forzar un poco nuestro pensamiento, sin embargo, cuando el estrés hace mella, intentar NO pensar, razonar con nosotros mismos y los intentos de calmarnos, no suelen funcionar y nos llevan a aumentar la frustración. Intentar no pensar, cuando estás con miedo o intentar pensar en positivo son recursos que cuando no nos funcionan refuerzan nuestro malestar.

2. Forzar la certidumbre: Cuando el escenario es incierto, la capacidad de planificar y prever escenarios es un recurso brillante. Puede ocurrir, por el contrario, que cuando estamos estresadas o rendidos por la presión, intentemos gestionar nuestras dudas a través de estrategias que funcionan bien cuando no tenemos temor y que cuando hay mucho estrés empeoran el asunto. Planificar obsesivamente y pretender tener todo bajo control, buscar información de manera desmesurada, lejos de aportarnos paz y certidumbre, nos llevan a aumentar nuestras dudas. Cuanto más leemos, sabemos y cuanta más información hay que clarificar, más nos vemos atrapados en la tela de araña del miedo. No estoy diciendo que tratar de resolver dudas sea malo, pero cuando nos hemos convertido en un ovillo de dudas, probablemente, más datos no nos ayuden a aclarar nuestra mente.

3. El maldito R.M.T. (Radio Macuto Tóxico): La comunicación es aquello que nos hace tan humanos, y cuando las personas estamos mal, normalmente tendemos a pedir ayuda, hablando, contando nuestros pesares o compartiéndolos. Los chats de whattsapp, las redes sociales, o los tiempos de charla informal, pasillos, máquinas de café, teléfono, etc., son la manera en la que intentamos liberarnos de la pesadumbre. Cabe preguntarse hasta qué punto esa es una estrategia ganadora. Cuando el descentramiento hace mella, convertir nuestro miedo y malestar en tema central no hace más que empeorar la situación. Es como tratar de apagar el incendio echando gasolina.

4. Distraer el mal rollo: Caer en la tentación de premiarse con demasiadas cervezas tras un día duro o consumir dosis homeopáticas, o en garrafa, de euforizantes para enfrentar la vida, no resulta una gran idea. Menos aún cuando lo que toca es estar lo menos espeso posible en el día a día.

5. Esperar que la gente no sea “monguer”: En otro lugar ya hablé del ataque de los monguers, definiendo a éstos como las personas que no cambian a pesar de nuestros amables intentos de explicarles lo gilipollas que son. Esta definición sirve para algunos pacientes, compañeros, parejas, gobernantes, jefes. El monguer está presente en todos los estratos de la vida. Estar esperando que la gente colabore de la manera que deseamos de un modo espontáneo es cuando menos, naïve. La gente, en general, es como un político, no esperes que le salga nada de ella si no es forzándola.

Estas cinco lógicas de afrontamiento de las situaciones estresantes, forman parte de la espectacular dosis de bilis que somos capaces de generar. Y como seres humanos, son estrategias que usamos para resolver problemas. Cuando vienen mal dadas, parece que los astros se confabulan para que los excrementos de la vida nos salpiquen como en un riego por aspersión. Cuando ello sucede, no podemos simplemente desear que la mierda se convierta en flores perfumadas, lo perentorio cuando las heces nos caen encima es enfundarse un chubasquero, mascarilla, guantes, un buen calzado y gafas protectoras, así podremos encarar lo que nos viene encima.

 

CREAR UN CHUBASQUERO EMOCIONAL EN 5 TIPS

1. No fuerces tu mente. El cerebro reacciona bien a la planificación del trabajo. Cuando los pensamientos negativos y catastróficos te abruman, lo mejo es convocarlos a una determinada hora del día durante 15 min. Plantea los peores escenarios en tu mente e intenta esforzarte en el agobio. El resto del día, invita a tus pensamientos a venir a la hora prefijada. Si estás mal, estás mal. Esforzarse en sentir otra cosa no suele ser un buen negocio.

2. No pretender estar siempre seguro: En la línea de lo anterior cabe decir que buscar certezas cuando no las hay puede llevarnos a la desesperación, confinar la búsqueda de información a dos veces al día a horas prefijadas, puede ser buena cosa. Estar conectadas o conectados a un binge de información no es la mejor manera de permitir que nuestro sistema neurológico pueda tamizar la información.

3. Apagar la comunicación informal: Estar hablando de las dificultades todo el tiempo es un excelente alimentador del estrés. Desconectar la alimentación pasa por cancelar las conversaciones en chats o audiollamadas en las que tus miedos son el tema central, para dedicar las conversaciones a temas de otro calado, lúdicos, familiares o de películas de televisión. Una estrategia ganadora es circunscribir la información sobre nuestros miedos a reuniones concretas para ello con la obligación de intentar aportar soluciones, fuera de esos tiempo marcados, deberíamos estar “castigados” a hablar de cosas diferentes.

4. Distraer el mal rollo: Permanecer sano pasará seguramente por mantener una cierta rutina saludable. Sentir el malestar es soportable si uno sabe que se enfrenta a una situación de manera realista. No puedes distraer tu malestar, el malestar es resultado de la coyuntura, se trata de hacer lo que se pueda ACOMPAÑADO del malestar. Pretender luchar con el mal rollo, se suma al cansancio del propio mal rollo.

5. Manejar “monguers*”: El monguer existe desde que el mundo es mundo. No pretendas que a la gente se le ocurra todo aquello que piensas tú y es tan brillante. Al monguer no le sale hacer aquello que tú esperas. La mejor estrategia en este caso, es pedir directamente aquello que estás necesitando. De manera educada, pero con cierta determinación. “Quiero esto” o “Necesitamos aquello” es mucho mejor que esperar que al otro se le ocurra acertar.

*Puedes leer el ataque de los monguers y otros textos en victoramat.es

¿De qué hablo cuando hablo de Terapia Breve?

De qué hablo cuando hablo de Terapia Breve

(por Víctor Amat. WWW.CETEBREU.ES)
Después de haber leído a Haruki Murakami, el escritor japonés, siempre pensé que me hubiera gustado escribir algo copiándole el nombre de alguna de sus obras. Soy así de mitómano. Él tiene dos que empiezan como el título de este artículo y que recomiendo a las personas que me lean, a saber, “De qué hablo cuando hablo de correr” donde explica cómo entiende el hecho de practicar ese deporte y “De qué hablo cuando hablo de escribir” dónde hace lo mismo para explicar su oficio de escritor. Admiro a Murakami, de modo que llamarle a este artículo “De qué hablo cuando hablo de Terapia Breve” es un homenaje a alguien que me ha proporcionado mucha inspiración.
No resulta fácil escribir en unas pocas líneas sobre algo que te apasiona y le dedicas muchas horas de trabajo, pero voy a intentar describir aquí qué entiendo por terapia breve y cuál es el enfoque que me estimula.

El encuadre o contrato terapéutico
La primera cosa a tener en cuenta es explicitar claramente a qué nos referimos con breve. La terapia es un encuentro entre, como mínimo, dos personas que ponen su inteligencia al servicio de la resolución de uno o varios problemas. Lo que hace especial a este tipo de trabajo es la capacidad de dirimir cuál es el tema que más nos importuna en este momento. Poder trabajar con los aspectos de la vida que más nos duelen en el momento actual, nos permite entrar por una de las puertas del cambio. Por supuesto hay otras entradas, pero a nosotros los terapeutas breves, nos gusta entrar por esta.
Este encuentro al que llamamos terapia, no tiene una duración estipulada. Aunque, en mi caso, suelo reservar en mi agenda una hora por cada paciente, es muy habitual que mis consultas duren treinta o cuarenta minutos. En ocasiones quince, depende del caso, de lo que esté ocurriendo, y del momento en el que se halle la terapia. La experiencia nos ha demostrado sobradamente que hacer durar la sesión durante un tiempo estipulado (por ejemplo, una hora) hace derivar la atención del paciente y el terapeuta a otros temas que a lo mejor no son relevantes para ayudar a resolver el problema. El nudo terapéutico, es decir, aquello que realmente supone cambio, dura lo que dura. En nuestra opinión, hay que aprovechar ese tiempo para trabajar y saber concluir la sesión sin abrir nuevos frentes. Solemos trabajar con un máximo de 10 visitas. Consideramos que, normalmente, la gente no aguanta mucho más tiempo en los tratamientos y si encima no hay cambios en la vida del paciente, pues con razón la gente abandona la aventura. Pensamos que en 5 o 6 sesiones, debería ser suficiente para poder movilizar el caso y facilitar que la persona que consulta se sienta con más control sobre la situación. Puede pasar, y de hecho ocurre con cierta frecuencia que, aun siendo la terapia de ayuda, la persona precise de más sesiones. En estos casos, la norma es “Ni una más de las que hacen falta, ni una menos de las que hacen falta”, así que dependiendo de muchas variables, podemos tener terapias resueltas en una sesión hasta otras que nos han llevado muchas más. Lo usual, es que podamos obtener resultados en esas seis sesiones comentadas.
Resumen: Terapia breve es igual a un proceso terapéutico con un máximo de diez sesiones, con una duración no determinada de antemano que puede durar desde 30 min hasta una hora y con el objetivo de resolver una problemática.

¿Qué se hace en una sesión?
El formato es el de una entrevista. A pesar de que es una conversación libre entre dos personas sobre lo que una de ellas percibe como una dificultad a resolver, en la terapia breve el o la terapeuta asume un rol preponderante. De manera muy respetuosa, el profesional puede hacer preguntas o indicaciones acerca del modo de resolver el tema. Pare ello, se requiere de un tipo de escucha especial, profundamente empática que dé a entender al paciente que está siendo comprendido. Este es un punto troncal, sin duda. El trabajo del profesional está encaminado a establecer una vinculación en la que la persona que consulta siente que se está haciendo “equipo” para resolver aquello que le oprime. Así pues, la persona que viene a una terapia de este estilo, debe esperar una conversación ágil entre terapeuta y ella, dónde él o la terapeuta puede proponer intervenciones y preguntar cuidadosamente sobre el problema.
Otra curiosidad del tipo de terapia que usamos es la que llamamos “prescripciones”, para ahorrar tiempo y dinero a nuestros pacientes, pensamos que proponer tareas comportamentales es una manera de hacer terapia cada día. Eso nos permite espaciar las visitas con bastante buen resultado de modo que logramos economizar en términos de tiempo y dinero todo este proceso. Se trata, en definitiva, de que las personas que consultan se pongan activas para lograr el mejoramiento de sus vidas. Más adelante, en el presente artículo, desvelaremos qué tipo de tareas pueden aparecer a lo largo de un tratamiento.

Resumen: El formato de la entrevista es una conversación a dos bandas. El terapeuta asume un rol preponderante y ofrece sugerencias. Cabe esperar, que un usuario de la terapia breve, realice las tareas que diseñe el terapeuta con el objetivo de resolver una dificultad.

¿Cuál es la teoría de la terapia breve?
Este no es un artículo académico y nuestra voluntad es la de aclarar, de manera sucinta, de qué va esto. A nivel epistemológico diremos que la terapia breve que practicamos tiene un componente fuertemente Ericksoniano y se deriva del trabajo de la Escuela MRI de Palo Alto de los años 70. Para explicarlo mejor diríamos que se basa en un tipo de comunicación muy sugestiva basada en modelos hipnóticos sin trance y pone en práctica un modelo de resolución de problemas basado en la detección de los intentos de solución ineficaces de la persona.
Estos intentos de solución que no han resuelto el problema forman parte del problema a resolver. Veamos un ejemplo, imaginemos que una persona padece de insomnio. Supongamos que este insomnio no tiene un origen orgánico, es decir, no forma parte de una enfermedad. El insomne, seguramente hará muchas cosas para dormir. La lógica de la persona es algo parecido a “He de dormir”. Con este pensamiento, el paciente habrá realizado, con mucha seguridad, muchos intentos para lograr su deseo como, por ejemplo:
Meterse en la cama y obligarse a dormir, intentar relajarse, contar ovejas, leer, escuchar la radio o ver la TV, escuchar audios de meditación, bañarse con agua caliente, hacer ejercicio durante el día, vigilar las ingestas, no tomar café, tomar infusiones relajantes, valerianas, tomar medicación, fumar cannabis, tener prácticas sexuales, etc.
Consideremos la situación, cuando vemos a un paciente insomne después de un cierto tiempo, probablemente nos diga: “Lo he probado todo”. Nuestro trabajo como terapeutas breves nos lleva a conjeturar que una nueva solución basada en la lógica “He de dormir” resultará tan ineficaz como los intentos anteriores. A estos intentos pertenecientes a una misma lógica los denominamos Cambios de tipo 1.

Esta es una de las principales claves: Los cambios de tipo 1, son los comportamientos que hace una persona para resolver un problema basados en una misma lógica de afrontamiento operativo de una dificultad.
Si la persona está en nuestra consulta, significa que estos intentos de solución no han fructificado, por lo tanto se hará necesario un Cambio de tipo 2.

El cambio de tipo 2, es un cambio en la manera de afrontar el cambio y que probablemente sea antinatural para la lógica que perpetuaba el problema. Sigamos con el ejemplo de nuestro insomne. Frente a la lógica “He de dormir” se han realizado muchos intentos, aparentemente muy diferentes. Pero todos son, para el terapeuta breve, iguales. El trabajo del profesional será dar a entender al paciente que esa lógica ha sido infructuosa. Una vez haya hecho esto, podría ser que el terapeuta pidiera a la persona que se acueste cada día a una determinada hora y que se esfuerce voluntariamente a mantenerse despierto. Como el lector o lectora pensará, pedirle que esté despierto es una solicitud contra natura en este caso. Sin embargo, eso es seguro, sabemos que la persona no durmió a la petición “He de dormir”. La petición “Manténgase despierto” será una intervención de Tipo 2. Es una propuesta aparentemente rara y paradójica que probablemente resolverá la situación.
Este tipo de cambio 2 es algo muy habitual en terapia breve, y cuando uno estudia esta modalidad se adentra en un mundo de irreverencia terapéutica.

Resumen: El estudio de las soluciones ineficaces del paciente para resolver un problema son la base de nuestro modelo de terapia breve. A estas soluciones se les llama Cambios de tipo 1. El trabajo del terapeuta se centra en modificar estas soluciones ineficaces para proponer nuevas vías de afrontamiento de las situaciones. A estos nuevos caminos los denominamos Cambios de tipo 2.

El mito de la profundidad
Una de las cosas que solemos escuchar por ahí, es que la terapia breve es superficial, o poco profunda. No creo que haya nada más alejado de la realidad. La idea de la profundidad en la terapia pertenece a un modelo de pensamiento muy médico, no hay que olvidar que Freud era neurólogo, y como precursor de la terapia tal y como la conocemos, aplicó un modelo causal a nuestro oficio. Es decir, si te pasa esto ahora, es porque hay una causa original. Este modelo de pensamiento, funciona a veces y no es raro escuchar a gente “trabajada” en psicoterapia decir cosas del tipo “La teoría ya me la sé” o “Sé por qué me ocurre esto”, sin que la persona pueda enfrentar de manera adecuada para ella sus dificultades. El pensamiento en nuestro modelo de psicoterapia es interaccional. Buscamos conocer la interacción de la persona con su síntoma, y parafraseando a Lacan, buscamos ayudar al paciente a que haga algo útil con él.
Creemos que hay, finalmente, dos tipos de terapia, la buena y la mala. La buena es profunda por definición, cambia modelos de comportamiento en situaciones dónde la persona no tenía recursos, y eso es muy poderoso cuando se hace bien. Muchas personas atendidas en nuestros centros de psicoterapia han hecho cambios, duraderos, estables y potentes. Por supuesto, en algunos casos hemos vuelto a atenderlos, algunas veces por recaídas y otras por nuevas dificultades que la vida, obstinadamente, suele ponernos delante.

Resumen: No consideramos que una terapia sea más profunda que otra por su duración, los cambios profundos pueden darse de una manera rápida. No pensamos tampoco que, por remover el pasado en exceso, una terapia sea más o menos profunda. El éxito de la terapia es una valoración subjetiva de paciente y terapeuta acompañada de cambios en el manejo de su propia vida.

Estas pocas ideas precisarían de un lugar más extenso para poder ser desarrolladas en su totalidad pero lo importante es poder hacer llegar nuestro modelo de trabajo a los y las profesionales del cambio. Ninguna idea está por encima de otra, sólo la práctica diaria nos puede dar las informaciones necesarias para saber si andamos en la buena vía.

Abordaje de las dificultades en infancia y adolescencia en Centre de Terapia Breu

Abordaje de las dificultades en infancia y adolescencia en Centre de Terapia Breu

(Escrito por Bet Font)

Miedos, falta de confianza, dificultades relacionales, ayuda en momentos puntuales de estrés, duelos o acomodaciones a situaciones críticas… No es raro que nos consulten acerca de si atendemos a niños y niñas en nuestro centro, si los vemos con sus padres o al formato de entrevista que utilizaremos para trabajar la situación. En cualquier caso el enfoque que utilizamos es de terapia familiar breve y, por tanto, tiene en cuenta la totalidad del sistema implicado y sus interrelaciones.

Atendemos a los niños cuando tienen una queja o quieren ser ayudados en una dificultad que ellos mismos vivan como tal o bien cuando consideramos que esa será la estrategia eficiente que requerirá la situación concreta considerando a los diferentes miembros de la familia y su posición respecto la dificultad, lo cual determinamos a partir de una primera entrevista conjunta con los afectados que se presten a colaborar.

Puede parecer una obviedad, pero a menudo encontramos preocupaciones por parte de un padre o de una madre que no son sentidos como dificultad por el propio hij@ u otros miembros de la familia. De ser así, los críos podrían mostrarse reacios o pasivos a movilizarse para el tratamiento. Sin ir más lejos, un ejemplo frecuente lo encontramos cuando un padre pierde pie en su autoridad como tal y te trae a su hijo porque no le hace caso o cuando una madre padece por los miedos de su hija, por su timidez, por sus recurrentes errores o su falta de esfuerzo en las tareas escolares o la colaboración en casa. Estas y muchas otras dificultades que generan sufrimiento en la familia o en algunos de sus miembros son las que cabe preguntarse si el niño o adolescente señalado como paciente identificado está motivado para trabajarlas y en qué términos.

En nuestra experiencia como profesionales y, especialmente, teniendo en cuenta el enfoque de terapia breve según el cual la predisposición al cambio que se quiere efectuar es un elemento clave para la intervención nos conduce en no pocas ocasiones hacia el trabajo indirecto con los adultos. Por otro lado consideramos que la normalidad del niño o de la niña pasa por jugar, estar con sus seres queridos e ir a la escuela o allá donde hayan decidido que amplie sus aprendizajes.

La consulta entraría en juego solo cuando el bloqueo no se resuelva en esos ámbitos cotidianos o para cuando hay una demanda explícita de ayuda de un profesional y una motivación por parte del propio pequeño.

En caso de duda siempre queda la opción de consultar, para lo cual averiguaremos con los implicados qué les preocupa a los padres, cómo intentan ayudar a sus hijos o qué es lo que no funciona, a pesar de que en teoría y aparentemente, debería funcionar.

Cuando las cosas no van como quisiéramos no resulta inusual que los padres y/o cuidadores de los niños, o ell0s mismos, intenten reiteradamente solucionar las cosas que les pasan con sus recursos o inercias habituales.

Cuando no surge el resultado deseado a pesar de esos intentos (esa vivencia común de “ya no sé qué más hacer, lo hemos probado todo”!) y persiste el malestar al respecto es cuando podemos acudir a un profesional para revisar estas estrategias.

Permitir y acompañar adecuadamente a un niño a solucionar una situación estresante puede ser el mayor de los regalos que le podemos brindar como padres o como profesionales al tiempo que ejercemos de modelos para afrontar y manejar con mayor efectividad cuestiones futuras.

 

 

Sé feliz!: Qué paradoja

No hace mucho, viajando en transporte público pude observar a una madre que hablaba con su hija, en un determinado momento la señora arengó a la muchacha e intentando animarla le dijo imperativamente: «Sé feliz!». Al escuchar esta demanda de la dama tomé conciencia de la maldición que se cernía sobre la adolescente.

Parece que estamos en la época de la necesidad de que todos sean felices, la sociedad, los gobiernos, las grandes corporaciones, destilan este mensaje de manera que nuestra vida está sumergida en la aparente necesidad de ser feliz.

Las personas acudimos a centros de psicoterapia, medicina, gimnasios, etc, con la expectativa de ser felices, nos involucramos en relaciones con mayor o menor compromiso intentando descubrir dónde se halla el gozo total. Los cursos de meditación, en cualquiera de sus formatos, el yoga, los retiros, la espiritualidad, cualquier camino parece bueno para conseguir la quimera de la felicidad. La cuestión es que si estas cosas funcionaran bien, probablemente la gente en general estaría más feliz y no necesitaría consumir todas esas cosas.

La manera en la que es casi seguro que vamos a estar mal es autoimponiéndonos la felicidad o imponiendo la felicidad a otros.

Habrá que explicarlo más detalladamente. Cuando la mamá de nuestro relato introductorio le ordena a su hija que sea feliz en un momento en el que no  lo es, la pobre muchacha tiene que obligarse a ser feliz a la fuerza. Es decir, su problema va a aumentar, puesto que sobre la base de que le pasa algo y no está bien, cabe añadirle el nuevo problema de no poder ser feliz cuando se le pide. A la dificultad cotidiana, sea la que sea se le suma la incapacidad de ser feliz cuando estás mal. Esa es la gran paradoja. Al pedir a alguien la felicidad se la niegas por definición.

¿No es absurdo? Si una está mal por cualquier avatar de la vida, no puede ser feliz en ese momento. Obligamos a ser felices en un momento IMPOSIBLE como en el que estamos mal nos proporciona un resultado funesto.

Ser feliz es un acontecimiento espontáneo. Algo sucede, o tal vez nada concreto sucede y te sientes feliz. En muchas ocasiones, basta reflexionar sobre el asunto para perder ese estado maravilloso. basta pensar algo como: «Cielos, qué feliz me siento!» y automáticamente dejo de sentirme así, es como si te sales de esa experiencia para ir a cualquier otro lado, normalmente comparas con otras veces en las que fuiste feliz, o simplemente aparece un miedo a perder lo que tienes o a dejar de estar bien. La felicidad es tan fugaz como el paisaje que observamos desde la ventana de un tren. Tenemos un espíritu sutil y una experiencia emocional esquiva por eso las emociones fluyen a través de nosotros. El detalle de la espontaneidad es importante puesto que, como decíamos antes, algo que debería ser espontáneo no puede ser realizado a voluntad. Cuanta más voluntad le pongas, más lejos estarás de lo que deseas sentir. Pongamos algunos ejemplos: intentar que te caiga bien alguien que te cae mal, querer a alguien que no  quieres, desear a una persona no deseable, pretender que te guste un sabor que detestas, existen un montón de experiencias para ilustrar lo que quiero decir.

¿Qué hacer, entonces? Bueno, las cosas duran lo que duran a condición de que no las compliquemos nosotros. Lo malo y lo bueno acaba pasando, no hay mal que cien años dure y no hay felicidad que persista eternamente, de modo que os sugerimos tres pequeños tips para no caer en siniestras paradojas:

  1. Aprende a dejar que las emociones pasen. recuerda que nada dura eternamente. Si estamos mal, lo mejor es partir de esa base y no esforzarse en sentir otra cosa
  2. Actívate aún estando mal, no dejes que estar mal sea una excusa. Advierte a los demás que no estás fino y no hables demasiado del tema porque la gente te pedirá que sientas cosas que no puedes sentir en ese momento. Y cuando eso pasa, te sientes super raro e inútil.
  3. La felicidad dura lo que dura, si te descubres estando feliz, relájate…desafortunadamente pasará.

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