Master y Postgrado en Terapia Breve y Estratégica (IESP-CETEBREU-Universitat de Girona)

Nos da mucho placer presentar nuestra primera Edición del Master en Terapia Breve tras más de 20 ediciones de nuestro Postgrado. Hemos diseñado una formación muy completa, con  la mirada puesta en el desarrollo del Terapeuta. Comunicación, relación y estrategia serán diseccionados y puestos en práctica en nuestro master. Es una oportunidad única en el panorama formativo para adquirir la estructura operativa de un/una terapeuta breve. Un poco más abajo y en otro color tenéis un link que os llevará directamente a la información!

 

Aquí tenéis toda la información sobre el Master en Terapia Breve y Estratégica que realizamos conjuntamente con IESP y la Universitat de Girona.

Encontrar la motivación

ENCONTRAR LA MOTIVACIÓN

Cualquier momento del año es un bueno para revisar dónde estamos y todo aquello que querríamos mejorar o lograr. Solemos estar llenos de firmes propósitos para hacer realidad nuestros deseos, pero que tengamos esa voluntad no es garantía de ponernos en marcha, de modo que la motivación se convertirá en la fuerza impulsora que señale nuestra dirección y sostenga nuestra fuerza para proyectarnos hacia ella, en definitiva es lo que hará que podamos mantenerlos o dejarlos en el rincón del olvido.

Aunque fantaseemos que sería maravilloso vivir siempre estimulados a hacerlos realidad y a mantenernos espontáneamente motivados, en ese estado en el que parece que todo fluye y se encamina hacia una realización donde las satisfacciones no dejan de producirse; todos hemos experimentado, en mayor o menor medida, el desaliento y sabemos que ese impulso no es perenne, sino que tiende a fluctuar por el poder de las emociones. Así es, aquello que nos mueve –a diferencia de la voluntad – tiene una base afectiva y emocional que lo conecta con las experiencias vividas en nuestro pasado, así como con nuestras expectativas de futuro y que, a menudo, no es ni siquiera consciente.

«LAS PERSONAS QUE CONECTAN CON SUS EMOCIONES Y AFECTOS SE MANTIENEN MOTIVADAS POR MÁS TIEMPO»

Las personas que se sienten más felices o exitosas parecen tener buenos mecanismos para mantenerse motivados, bien sea que conscientemente comprenden y dominan el proceso de cómo hacerlo o porque, sin saberlo, poseen un equilibrio enfocado a moverse para producir resultados que acaban satisfaciendo, cual si los animara aquel «Mantente siempre como una fuerte torre que no mueve jamás su parte más alta, aunque los vientos la azoten» de Dante, en la Divina Comedia.

En cualquier caso, todos aquellos que están en disposición de poder conectarse con lo que quieren, de saber lo que quieren – no solo lo que no quieren!- , pueden mejorar o revisar sus estrategias para motivarse.

Reconocer si estamos desmotivados

Parafraseando el sabio refrán budista lo que resistes persiste, lo que aceptas se transforma existen señales o estados que a veces bloquean ese movimiento y que nos indican que la desmotivación está haciendo mella. Cuando estas persisten en el tiempo y no son flor de un día, convendría no despreciarlas ni ignorarlas; pues nos están avisando de algo valioso a lo que quizás tengamos de atender, algunos de estos indicadores son:

la apatía: Empezamos a notar que el cansancio nos invade y aunque no hagamos demasiado esfuerzo, parece como si nuestros pensamientos tomaran el control al tiempo que nos sentimos paralizados, sin energía para movernos hacía donde querríamos.
Los «deberías» o los «tengo que» que nos llevan hacia la desilusión cuando nos damos cuenta de que no nos surgen las ganas de hacer esas cosas que, aparentemente, nos proporcionarían bienestar o beneficios pero que suelen ser indicadores de un desajuste entre las referencias externas y las internas…o entre lo que nos provoca dolor y placer, como cuando hay que realizar algún esfuerzo importante para conseguir algo que queremos o que va a ser bueno para nosotros.
Los pensamientos y estados negativos: derivados de la frustración o la falta de confianza construida en base a nuestras experiencias. Entramos en la espiral de la desmotivación al darnos cuenta de que no hacemos lo que toca, nos criticamos o culpabilizamos despiadadamente. También al sentir que una y otra vez no podemos satisfacer las expectativas de las voces externas: nuestro jefe, nuestros padres, nuestra pareja, etc. De algún modo dejamos que nos incapacite nuestra propia necesidad de tener que estar a la altura de las expectativas que los demás hayan depositado en nosotros.
«EL MIEDO NOS HACE POSTERGAR AQUELLO QUE DESEAMOS. LIBERARSE DE ESA EMOCIÓN NOS PERMITE DISFRUTAR DE LA MOTIVACIÓN»

Saber más acerca de lo que nos motiva y desmotiva:

Hay muchas cosas que pueden desmotivarnos, las más importantes están relacionadas con los diferentes conflictos que podemos tener con nosotros mismos o con los demás y que pueden entrar en colisión con nuestras prioridades. En ocasiones hay que descartar la posibilidad de que la persona obtenga algún beneficio de su inmovilidad, eso puede hacer que otros hagan por ella y de este modo se sienta cuidada, amada o tranquila.

La motivación suele estar relacionada con lo que nos gusta, lo que nos atrae y, muy especialmente con nuestros valores personales. La salud, la libertad, el amor, la familia, la independencia: todo aquello que sea importante para nosotros. Dichos valores a veces son conscientes y explícitos, mientras en otras ocasiones pasan desapercibidos pese estar rigiendo nuestras vidas. Pongamos un ejemplo: María deseaba cambiar de trabajo, estaba ejerciendo de comercial para una multinacional y se sentía presionada porque la empresa le pedía forzar las ventas a personas mayores. Estaba estresada, no dormía y apenas comía pensando en lo que debería hacer. Reflexionó sobre qué era lo importante en su trabajo y se dio cuenta de que para ella era principal ser útil a las personas y generar confianza. Cuando fue consciente de que esos valores la movían, cayó en la cuenta que su actual trabajo no le convenía y buscó otro puesto en una cooperativa con valores más afines, donde se sintió mucho más motivada. Para María no fue rápido ni fácil pues sus valores estaban ocultos detrás de creencias del tipo «necesito «x» dinero al mes» o «cambiar de trabajo significa que he fracasado».

Cuando nuestros valores y prioridades coinciden con las de nuestro entorno: pareja, familia o personas cercanas e importantes todo es más fácil, es como si cooperásemos para movernos hacia la misma dirección de una manera mucho más fluida.

Si acercarnos a nuestros valores nos hace sentir bien, la desmotivación suele estar relacionada con nuestras creencias, con aquellos pensamientos que hemos adoptado como «verdades» y que pueden estar limitándonos en la vida hasta hacernos sentir fatal. Cuando tenemos un deseo pero pensamos que no es posible lograrlo, que nosotros no podemos alcanzarlo, o que no lo merecemos, sentimos una gran desesperanza. Es como si no tuviéramos permiso para hacerlo realidad. Por un lado nuestro deseo tira de nosotros y por el otro, nuestras creencias limitadoras nos sujetan en el lugar, causando un gran consumo de energía psíquica mientras nos mantenemos inmóviles e infelices. Ese era el caso de Lluis, que se sentía desafortunado en su matrimonio. Pese a compartir con su mujer el fracaso de su relación tenia la creencia que separarse iba causar un daño irreparable a sus dos hijas. Él mismo había sufrido a causa de la separación conflictiva de sus propios padres y pensaba que a sus niñas les pasaría otro tanto. Estaba en un callejón sin salida: mantenerse infeliz para siempre o hacer sufrir a sus hijas!. Con su terapeuta revisó esas creencias que hasta entonces habían resultado verdades irrefutables, para acabar cayendo en la cuenta que lo que verdaderamente afectaría a sus hijas es que sus padres fueran infelices. Podría cuidar de sus niñas al tiempo que enfrentaba la situación con su pareja y negociaba con su esposa una separación bastante aceptable para todos.

Otra buena manera de desmotivarse es tener expectativas demasiado grandes acerca de las cosas o querer hacer cambios muy radicales. Todos conocemos alguien que cada noche se acuesta pensando mañana cambiaré, es probable que la persona tenga demasiados buenos propósitos para realizarlos a la vez. Quién no ha sentido, abrazado a la almohada, deseos de mejorar: mañana empiezo la dieta, no gritaré a mis hijos, seré más ordenad@ en el trabajo, aparcaré mejor, seré más agradable etc … todo a la vez!. Es como decir ¡Mañana seré otr@!. Lamentablemente suele ocurrir que la persona no puede sostener todos los cambios y acaba autocriticándose duramente. Incluso logrando algunos de los objetivos, en algunas ocasiones, el fallar en el resto le hace sentirse inadecuada. Por eso, para sostener la motivación necesitamos poder ir paso a paso, sumar pequeñas victorias en lugar de grandes fracasos.

Desear que los otros cambien, o que sean diferentes, es otro frecuente motivo de desengaño y desmotivación. Cuando observamos que los demás no son como queremos lo pasamos mal y caemos en el desánimo. Esas cosas ocurren a menudo en la pareja, la familia y, por supuesto, en el trabajo. Deseamos que nuestra madre esté orgullosa de nosotras, o que nuestra jefa nos comprenda y nos apoye en todo. Le pedimos a nuestros hijos que sean diferentes y que les gusten las cosas que nos agradan o que nos gustarían para ellos, y así, cavamos lentamente nuestro infortunio porque todos los ….que pretendemos poder controlar no dependen de nosotros.

Estrategias para Motivarse

Todo cede ante la continuidad de un sentimiento enérgico. Todos los sueños acaban por tomar forma; para toda sed se encuentra agua y para todos los corazones amor»(G.Flaubert, Correspondance)

Cuando nuestros deseos están en sintonía con los valores y podemos prever los beneficios que se generaran en nuestro entorno como resultado de su cumplimiento, nos es más fácil ponernos en marcha y saber lo que tenemos que hacer para conseguirlos. Toni era un padre de familia siempre disponible para los suyos, tenía pequeños en edad de crianza, lo cual no le permitía tiempo para nada más que no fuera su trabajo y sus responsabilidades familiares. Le dolía mucho la espalda pero sus creencias sobre tener que permanecer ahí, el miedo al cambio y la dificultad para darse permiso a hacer algo para cuidarse de si mismo no le arrancaban de esa parálisis. Tuvo que llegar a cargar mucha tensión y a dolerle mucho la espalda para concluir que si realizaba ejercicios de estiramiento y corrección postural quizás estaría de mejor humor para estar con su familia y jugar con sus hijos. A veces, lo que nos moviliza a cambiar algo es el principio de dolor, el no poder más con una situación de modo que nos vemos obligados a traspasar el umbral.

«A VECES LO QUE NOS MOVILIZA A CAMBIAR ES EL PRINCIPIO DEL DOLOR, EL NO PODER MÁS»

Una estrategia útil para motivarse es la de re-conectar y revivir momentos pasados de motivación. ¿Cómo lo hicimos? ¿Te imaginabas consiguiendo lo que deseabas?

¿Qué nos dijimos? Recuperar recursos que han funcionado en el pasado para conseguir nuestros deseos nos brinda la oportunidad de recordar cosas difíciles para nosotros que conseguimos, como aprobar aquella asignatura, cambiar de casa o redecorar tu vida. Tal vez logramos hacer un viaje a un país lejano o quizás algo más prosaico como conducir un vehículo que durante años nos parecía indomable, venciendo al miedo. Las condiciones que nuestra mente necesita para hacer motivador un objetivo son sencillas pero a menudo pasan desapercibidas.

CUANDO UNO SABE A QUE PUERTO ENCAMINARSE

La neurolíngüistica nos proporciona algunas reglas sencillas para ayudar a las personas a definir sus deseos o metas personales, laborales y familiares de manera motivadora

Enunciarlos en positivo: Necesitamos saber hacia donde vamos y no lo que queremos evitar, pues nos es mucho más fácil dirigirnos hacia lo que queremos que apartarnos de lo que no queremos. Estar tranquilo en lugar de «NO ponerme nervioso»

Formularlos en presente: es como si nos pusiéramos en marcha hacia su consecución…»Quiero adelgazar» en lugar de «Me gustaría hacer dieta»

Chequear que estén bajo nuestro control: si no dependen únicamente de nosotros habría que considerar a los implicados y negociar con ellos. «Hacer lo posible para que me comprendan» o «Ser más creativo para explicarme» en lugar de «quiero que él me comprenda»

Elaborarlos de manera específica: Cuanto más completa sea la idea de lo que queremos más fácil será acercarse a ella, ensayarla y advertir las oportunidades para lograrla. Para ello nos servirá de ayuda la descripción en términos de quién, qué, dónde, cuándo, cómo y en cuánto tiempo. «Ir con el coche hasta el lugar de vacaciones, aunque sea un poco nerviosa» en vez de «Conducir segura»

Asegurarnos que su tamaño sea apropiado: Los objetivos demasiado pequeños no nos motivan y los demasiado grandes nos pueden parecer inalcanzables.

Verificar su ecología preguntándonos cuales serán las consecuencias de haber logrado el objetivo/os para nosotros y para el entorno del que formamos parte.

Sirve de gran ayuda plasmar los objetivos en un soporte con el que estemos familiarizados (papel, pantalla del ordenador…); pues para ello tendremos que hacer el ejercicio de definirlas y concretarlas, posteriormente, el soporte facilitará la conexión si lo mantenemos en algún lugar bien visible que nos ayude a recordar nuestro compromiso cuando las fuerzas flaqueen. Todo este proceso de concretar o «apellidar» nuestras metas deseadas es como plantar las semillas de la intención en tierra firme, para evitar que el viento las hiciera volar y mantener el contacto con ella equivaldría a regar esas semillas para que dieran fruto.

Es primordial saber a dónde queremos ir, para lo cual nos ayudará contar con objetivos que tengan «nombre»y «apellido». Con el nombre nos referimos al hecho de tener bien definido lo que queremos y con el apellido a mantenernos conectados a ello. No es suficiente pues tener como objetivo «sacarnos el carnet de conducir», si lo que queremos en realidad es poder utilizar el coche. Podríamos formularlo así: «Aprobar el carné de conducir para llevar el coche en mi vida cotidiana» Tampoco valdría el determinado propósito de «apuntarse al gimnasio», pues lo que nos va a servir es proponerse «apuntarme para hacer yoga tres veces por semana» que en definitiva, sería el compromiso deseado. «Pesar 70 kg y mantenerme» en lugar de «Hacer dieta». Cuando apellidamos un deseo le damos un recorrido en nuestra mente.

¿Qué es lo que no harías si confiaras en ti?

No nos conformemos llenando nuestro cajón de los deseos con sanas intenciones, si nuestra motivación es un puente que conecta nuestro pasado con nuestro futuro solo podemos alimentarla responsabilizándonos de sumar experiencias gratificantes que nos sirvan para alentar ese viaje.

Es por ello que el gran aliado de la motivación es la confianza en uno mismo.

«EL GRAN ALIADO DE LA MOTIVACIÓN ES LA CONFIANZA EN UNO MISMO»

Ésta no presupone que nada malo pasará sino más bien algo como: «si algo malo sucede, me manejaré» o «saldré como pueda, pediré ayuda» o «solucionaré lo mejor que pueda las cosas que vayan surgiendo»

A pesar de nuestros miedos, bloqueos y creencias no sigamos postergando. Postergar no hace más que alimentar nuestra frustración. Si queremos algo diferente démonos la oportunidad de empezar poquito a poco, de aprender. Si lo hacemos así nuestra autoestima se verá reforzada.

 

Pasos para Motivarse en un tuit

Admite que «no estás en forma». Reconocer nuestro estado actual es el primer paso para avanzar. Aceptar que van a surgir dificultades es una manera de prepararse para ellas y nos permite fraccionar nuestras acometidas
Deja de compararte con los demás y/o contigo mism@ en el pasado o en una situación ideal. Solo vale compararse con un@ mism@ en el día a día, constatando los pequeños avances y/o estancamientos.
Ten un deseo bien formado y un recorrido. Es importante revisar nuestros intentos en el pasado y no cometer los mismos errores. Por ejemplo: Si no haces ejercicio, empezar con un día a la semana es mejor que planificarte tres por semana y no ir ni una vez.
Piensa por un momento de qué manera el hecho de que consigas tu deseo, mejora tu mundo. Por ejemplo «Si estoy mejor, las personas a mi alrededor estarán mejor» o «Si hablo inglés, la comunicación será más fluida con los demás» «Si me cuido, podré estar presente más tiempo para dar amor».
Recuerda que un viaje de 5000 leguas empieza por el primer paso. ¡Basta de excusas!. Haz hoy un poquito aún sin ganas y observa que pasa.
Háblate gentilmente, con voz comprensiva y recuérdate las tres afirmaciones motivacionales: Es posible, Puedo hacerlo y, por supuesto, merezco conseguirlo.

En el mundo hay una inteligencia mayor que tú: Entrevista a Stephen Gilligan

Entrevista a Stephen Gilligan

«En el mundo existe una inteligencia mayor que tú».

Stephen Gilligan es un californiano de 58 años, doctor en Psicología por la Universidad de Stanford. Divorciado y padre de una hija de veinte años, suele decir que su paternidad le brinda la oportunidad de reorganizar constantemente su propia identidad.

Estudió 6 años con el psiquiatra y precursor de la hipnosis terapéutica Milton Erickson, y llena su discurso de anécdotas y referencias sobre él. Tiene una consulta en el sur de California cerca de la frontera con México aunque me cuenta que pasa 260 días al año compartiendo sus conocimientos por todo el planeta. Ha publicado muchos artículos científicos y varios libros, el último: «El coraje de amar», se está traduciendo al castellano y contiene sus experiencias acerca de su propio enfoque terapéutico que llama «Terapia de las Relaciones del Self».

Tras más de treinta años dedicado a la psicoterapia, propone que el amor es terapéutico y eso es lo que hace diariamente en su trabajo. Enseñar a las personas que el amor puede ser su cura. Sin embargo, no habla sólo del amor romántico, sino de un amor con mayúsculas que debiera impregnar toda nuestra cotidianeidad.

Cinturón negro de Aikido, un arte marcial cuyo nombre significa «El camino del amor universal», combina sus conocimiento de este arte de la lucha con las prácticas budistas y la hipnosis, disciplina que promueve en sus talleres. Esta fusión de diferentes prácticas le ha permitido desarrollar una nueva visión sobre las personas y sus relaciones. Proponiendo prácticas de meditación y autohipnosis, al tiempo que propone innovadores enfoques en la práctica de la psicoterapia. Nos dice: «Hay que trabajar para salir de nuestros estados alterados negativos de conciencia, en realidad, estamos siempre en un trance. Salgan de él si eso les maltrata a si mismos». Es un conversador locuaz y cuando te mira sabes que ama lo que está haciendo. Tuvimos ocasión de conversar con él en una de sus formaciones avanzadas:

Cetebreu: Stephen, gracias por atendernos y por compartir con nosotros tu tiempo, quisiera preguntarte, ¿Qué quieres decir cuando explicas que tenemos tres mentes, tres inteligencias?

Gilligan: Creo que el punto interesante es que tenemos diferentes maneras de experimentar el mundo, a mí me gusta repartirlas en tres áreas: Tú puedes experimentar el mundo en el cuerpo y a eso le llamamos la mente somática. Mucha gente trata el cuerpo como una máquina y no le presta atención, ni a la inteligencia que manifiesta su propio cuerpo. Podríamos decir que hay personas que andan desconectadas de esa primera mente. Claro, después tenemos otros aspectos que tienen que ver en cómo usamos nuestros pensamientos, nuestras verdades, nuestra inteligencia pensante. Intentamos ahí que las personas se den cuenta de cómo esa mente, que llamamos cognitiva, incide en la vida cotidiana para bien o para mal. La cosa curiosa es que estas dos mentes no siempre están colaborando. La mente somática y la mente cognitiva se hallan en un contexto más amplio que tiene que ver con la relación entre ambas. Llamo a este amplio contexto campo o mente relacional, y tiene que ver con un espacio mayor al de la propia mente humana. Esta mente relacional crea un espacio entre tus propios conflictos y el de los conflictos con los otros y con el mundo.

Cetebreu: Entiendo, sin embargo me cuesta imaginar eso en un plano más práctico ¿Cómo puede funcionar esto cuando alguien tiene problemas como el miedo, la tristeza, etc?

Gilligan: Bien, un profesional que conoce la idea de las tres inteligencias, debe prestar ayuda en las tres áreas, ¿cómo siente eso en el cuerpo? ¿en qué lugar del cuerpo se localiza eso? Existen muchas maneras de prestar atención a lo que el cuerpo de una persona está manifestando. Llegados a este punto, ¿cómo le hace sentir eso? ¿qué significado le da dentro de un infinito de significados que eso podría tener? ¿Cómo lleva lo que le ocurre? Se trata de ayudar a la persona que se queja a permitirse dar un nuevo significado y un nuevo lugar a lo que le está pasando. Acompañar a la persona en el proceso de estar curiosa acerca de lo que le está aconteciendo. La idea es que en muchas ocasiones la sanación se halla en la circunstancia de convertir a viejos enemigos internos en buenos amigos.

Cetebreu: Entonces ¿enseñas a tus clientes a hacer eso?

Gilligan: ¡Si, claro! Escucho a la persona y siempre hay muchas maneras de abordar lo que le pasa, una posibilidad es que yo pueda apoyar a la persona a aproximarse a su problema con mayor ternura y conectándola con sus recursos, con sus puntos mejores. Puntos que en muchas ocasiones parecen estar ocultos para la persona que vive con el problema. Si podemos hacer eso, muy buenas cosas van a empezar a ocurrir.

Cetebreu: Parece que eso permite que las personas cambien su manera de pensar, ¿Las personas pueden hacer este trabajo rápidamente? ¿Les lleva mucho tiempo?

Gilligan: Hace unos dias trabajé con una pareja. Ella sentía mucha culpa por cosas que le habían sucedido en el pasado, lo que le había llevado a una gran depresión. Investigué con ella a lo largo de una sesión de dos horas y pensamos en la manera en que ella podía poner a su familia y a si misma curiosa acerca de su depresión. Como si pudieran tocarla, para que todos pudieran percibir mayor ternura hacia esa depresión. Dos semanas después, ella me decía que había notado enormes cambios tras esa sesión. El punto crucial aquí es: ¿Qué tipo de relación estás teniendo tú con el problema? ¿Estás pensando que el problema es algo malo y que hay que eliminarlo? Hay que pensar sobre eso. Puedes cambiar tu relación con el problema y automáticamente éste parece transformarse en algo diferente, posibilitador. Tu experiencia alrededor de lo que está pasando va a cambiar.

Cetebreu: El budismo dice: «Lo que resistes persiste, lo que aceptas, se transforma»…

Gilligan: Si…

Cetebreu: Sin embargo, la aceptación no es fácil. Seguramente el camino puede ser doloroso para las personas que sufren.

Gilligan: Uno de los principios que suelo utilizar en la terapia de las relaciones del self es: «La vida es óptima pero a veces duele como el diablo». (Ríe) Una de las cosas que impide el cambio o la curación es el deseo de no sufrir. A veces hay que sufrir, simplemente. Cuando perdemos un ser querido, por ejemplo, ¿Puede alguien no sufrir? No podemos luchar contra eso. Duele. Pero ese dolor puede ser bueno. Y seguramente la curación está en algún lugar más allá de ese sufrimiento. Ese recorrido no es malo, enriquece a la persona.

Cetebreu: El problema entonces es que la gente pelea en contra de lo que le ocurre ¿es eso?

Gilligan: Así parece. Me gusta decir que la vida se mueve a través tuyo excepto cuando no lo hace. Parece una obviedad pero olvidamos esta premisa. En principio la vida fluye a través de ti. No hay que forzar nada, en realidad cuando tratas de forzar la vida es cuando las cosas se complican. Te olvidas de ti y empiezas a buscar en otro lugar. Pienso en la historia de Nasrudín, el sabio loco de la cultura sufi, que busca las llaves bajo una farola en la noche. No las ha perdido ahí, pero bajo la farola hay más luz. Eso sucede cuando perdemos nuestra conexión con nuestro centro.

Cetebreu: Titulas tu libro: «El coraje de amar». ¿Puede el amor cambiar la visión de la vida de alguien que tiene problemas? Realmente ¿hace falta coraje para amar?

Gilligan: Desafortunadamente la gente piensa que el amor es un estado sentimental que nos ocurre de vez en cuando. Si eres padre, por ejemplo, piensa en tus hijos. Piensa en una manera de desarrollar tu habilidad para amar. Para ser tierno, cuidador y a la vez ser firme y estar presente. Como cuando sujetas un pájaro. Decía el actor Errol Flynn cuando era preguntado acerca de su habilidad como espadachín teatral que su destreza con el sable provenía de su habilidad de sujetarlo. «Ni demasiado fuerte, ni demasiado flojo» como sujetar un pajarillo. En las habilidades que surgen como padres, están la del amor fuera de toda duda. Mi hija, en plena efervescencia adolescente, cometió un error: «Papá» –me dijo- «¿me seguirás queriendo?». Pensé entonces que nada podía hacer para dejar de quererla. Y quise decírselo. «No hay nada que puedas hacer para que yo deje de quererte, pero ahora estoy enfadado, cariño». Cuando alguien tiene una dificultad, una enfermedad, es bueno saber que el amor le puede permitir reconectarse. El amor es una habilidad humana. Es una habilidad madura. Hay que entrenarla, practicarla y eso puede requerir de mucho coraje en algunas ocasiones.

Cetebreu: Es un concepto que puede resultarle chocante a algunas personas, el amor como habilidad que hay que desarrollar…¿cómo explicarlo?

Gilligan: Una de las cosas iniciales con las que trabajo es lo que llamo el proceso de centramiento. Por ejemplo: Cuando una pareja discute ¿dónde están poniendo la atención? Uno de los dos apunta al otro con el dedo y levanta la voz. El otro, como respuesta, pone el cuerpo tenso y mira a su pareja con rabia o miedo. Cada miembro de esa pareja está poniendo la atención en el otro. La atención funciona como un puntero del ordenador. Puedes moverla para cualquier sitio que desees. La alternativa es pedirle a cada una de las personas que pongan atención en su propio centro. La atención para adentro, respirar profundamente y llevar la atención a su abdomen. Responder desde ahí. desde esa percepción sentida del centro. Por eso digo que el amor es una habilidad aprendida y que se puede reaprender. Es una alternativa a la dicotomía entre luchar y huir. Es una tercera opción que en Aikido se llama fluir y que pretendo enseñar o mostrar a mis clientes.

Cetebreu: ¿Esa tercera opción es la creación de lo que llamas tercera inteligencia o campo relacional?

Gilligan: La idea es que nuestra conciencia y nuestra inteligencia incluye mucho más que nuestra «sabiduría» individual. Nuestra cultura, nuestros sistemas de pertenencia: la familia, las creencias religiosas, etc. son un «campo» que nutre nuestra mente inconsciente. Eso es una inteligencia mucho mayor que la nuestra propia, que proviene de nuestros ancestros, del mundo que nos rodea. Jung lo llamó inconsciente colectivo, pero recibe diferentes nombres en todas las culturas: recibe el nombre de «inocencia», de «justicia», «trance», en el ámbito del rendimiento deportivo se le conoce como «zona»…en las religiones se le llama»Dios». En otras palabras, el campo es algo vivo que desea ayudarnos a ser más nosotros mismos. El «campo» no es una cosa, no puede ser concretado, cualquier acepción usada para definirlo no es más que un poema que apunta para definir una experiencia personal. A mi me gusta afirmar a las personas que me consultan que en el mundo existe una inteligencia mayor que la nuestra. Así defino el amor. El amor es un «campo» donde podemos manifestar esa ternura curativa. Está dentro de nosotros y alrededor nuestro, en nuestro entorno.

Cetebreu: ¿Propones entonces que tengamos amor al síntoma?

Gilligan: Exactamente, esa es la clave. No está mal un poco de eso para variar. Nuestro trabajo como terapeutas está ahí. En ese campo creado entre el terapeuta y la persona que padece, ahí pueden darse cita cosas increíbles.

Cetebreu: En los cuentos maravillosos, los cuentos de Hadas, se tiene conciencia de ese campo desde tiempos inmemoriales. El «Universo del todo es posible».

Gilligan: Claro, Jung se refiere a eso cuando nos hablaba de los arquetipos como manifestaciones del inconsciente colectivo. También Erickson, el famoso hipnoterapeuta con quién tuve la oportunidad de aprender creía eso.

Él decía: «El cliente tiene todos los recursos, nosotros los terapeutas, sólo creamos un espacio donde nuestro paciente puede hacer el trabajo». Creo que no hay mejor definición de lo que quiero explicar. Generamos la posibilidad de crear ese lugar donde la persona puede hacer el trabajo.

En Oriente, están más habituados a ese concepto de permitir esa posibilidad, en cambio en Occidente el individualismo lleva a la persona a sufrir sola. A sufrir menos eficazmente. En cierta ocasión un religioso me decía: «No he elegido mi camino para sufrir más que los demás, sino para hacerlo más eficazmente». Hemos olvidado que el contacto con otros es curativo.

Cetebreu: Pero…¿Cómo se hace?…

Gilligan: Hay que aprender a aplicar las ideas principales. Tres principios que se entrelazan: El primero es buscar una alianza con lo que está apareciendo (el síntoma) y darle cobijo. Apadrinarlo. El segundo principio es buscar el self complementario de eso. Lo que la persona que sufre olvidó o, sencillamente, no ve para así dar lugar a el tercer principio, desarrollar una inteligencia relacional que pueda abarcar y mediar entre las otras dos. La meditación, el trance hipnótico y otras actividades de este tipo facilitan ese tipo de enfoque. Así se busca la alineación entre las tres inteligencias. Lo curativo es la integración entre ella. Hoy en día se conoce este estado como Flow, fluir. Algunos filósofos más tradicionales se refieren a ello como una experiencia numinosa.

Cetebreu: Para acabar Stephen ¿Cuál sería una respuesta soñada, para un pregunta ideal?

Gilligan: Amor. Amor, esa es la respuesta.

Libros publicados por Stephen Gilligan

En castellano:

Co-autor junto a Jeffrey Zeig:

Terapia Breve: Métodos, Mitos y Metáforas

Ed. Amorrortu (1990. Buenos Aires, Argentina)

en inglés:

Therapeutic Trances: The Cooperation Principle in Ericksonian Hypnotheraphy

Brunner/Mazel (1987. Nueva York, USA)

co-autor con R. Price:

Therapeutic Conversations

Norton (1993. Nueva York, USA)

En preparación en castellano:

El Coraje de Amar: Principios y Prácticas en la Psicoterapia de Relaciones del Self

Tu relación con la autoridad

Tu relación con la autoridad

Un antropólogo visitó una tribu y se fijó que el jefe daba a sus súbditos sólo las órdenes que podían cumplir. El investigador se lo hizo notar al gran jefe y éste le miró sorprendido diciéndole: ¡Pues claro! ¡Qué tipo de jefe sería yo si no hiciera esto!

Una de las cosas más desagradables que puede ocurrirnos es sentir que perdemos la autoridad o que tal vez no la hemos tenido nunca. La autoridad se relaciona con los méritos, es decir, con la idea de que merecemos orientar a otros. No es algo que nadie nos pueda otorgar, simplemente es algo que ganamos en nuestra vida a través de la experiencia y la capacidad de ser responsables y de cumplir con nuestros deberes. Ese aprendizaje es resultado de la tarea que hemos realizado en la vida junto a nuestros padres, nuestros educadores y la escuela.

¿Quién no se ha sentido incómodo alguna vez al imponer algo a los demás? ¿Por qué, en ocasiones, llevamos fatal que nos digan qué es lo que tenemos que hacer? Quizás tenemos la sensación de que nuestra libertad queda seriamente afectada cuando tenemos que respetar las reglas que la sociedad nos impone o tal vez tememos coartar la libertad del otro. Pero, ¿en qué momento aprendimos cuál era la manera correcta de actuar frente a la autoridad? ¿Cómo nos relacionamos con ella?

Enlace con la sociedad

En la infancia, nuestra familia y nuestros padres hacen la tarea de enlazarnos con la sociedad y el mundo que nos rodea. Es por ello que cada sistema familiar tiene unas normas y reglas que, desde su propia idiosincrasia, nos facilita la tarea de ser aceptados por el mundo y que nos permite encontrar nuestro lugar. La salud emocional de la familia es primordial para lograr este encaje. Las normas nos permiten coordinar nuestras propias acciones con las de otras personas. Cuando en un grupo todos seguimos las mismas normas, todo se hace más estable y nuestras decisiones y comportamientos en general son más predecibles por el resto del sistema. Obviamente, una de las funciones de la autoridad es la de conseguir que todos cumplan en la mayor medida. Desde esta perspectiva, la cuestión es ¿Cómo nos transmitieron esos mensajes y reglas que permiten este encaje? ¿De qué manera las entendimos? ¿Cómo nos sentimos con ellas y con las personas que nos las sugirieron?

Podemos decir que a grosso modo existen dos caminos en la educación, uno tiene que ver con «enseñar» al niño las cosas, la vieja idea del cuenco lleno de sabiduría que vierte el preciado tesoro en la vasija vacía del que aprende. El otro, el que cree que el aprendiz tiene la sabiduría en su interior y que requiere de un guía que le facilita la tarea de aflorarla al exterior. Nuestras figuras de autoridad podrían, pues, pertenecer a cualquiera de esas dos escuelas de vida. De cómo nuestros padres o nuestros referentes educativos transmitieron esos conceptos dependerá nuestra manera de sentir la autoridad, comprenderla, padecerla o ejercerla.

La evolución de las familias

Con el devenir de los años, hemos pasado de una organización familiar de tipo patriarcal a otra nuclear. No hace tanto que las familias eran más numerosas, y estaban organizadas en función de los adultos. En este tipo de organización familiar, solía ejercer la autoridad uno de los progenitores (normalmente el padre) y, cuando lo hacía, ésta era poco empática. Muchos de nosotros nos criamos en un ambiente así, donde el padre pasaba mucho tiempo trabajando y cuando estaba presente, ejercía un tipo severo o intransigente de autoridad.

En la actualidad, sin embargo, ha disminuido el número de componentes de la familia, hay muchas familias con hijos únicos y, en comparación con tiempos pasados, hoy en día casi toda la familia está volcada con el cuidado de los pequeños. Una especie de pirámide invertida, donde abuelos, tíos y, por supuesto, padres están al servicio de los niños. Se ha pasado a un modelo más permisivo de autoridad donde se rechaza cualquier cosa que nos recuerde al «autoritarismo» de antaño. Como todo en la vida, eso conlleva cosas buenas y otras no tan buenas, huir de la propia autoridad puede acabar generando múltiples problemas debido a que los chicos no toleran la disciplina y actúan conflictivamente cuando se intenta que se ciñan a límites y reglas.

¿Cómo nos llevamos con la autoridad?

En psicología suele aceptarse el hecho de que nuestro modo de convivir con la autoridad tiene que ver con los patrones que aprendimos en la infancia. Por supuesto, existen tantas maneras de relacionarse con las figuras de autoridad como personas hay en el mundo con lo que hay que ser muy prudentes a la hora de establecer «categorías». ¿Cuál es nuestro sentimiento frente al requerimiento de obedecer? ¿Nos sentimos manipulados por la culpa? ¿Nos enseñaron que si no hacíamos lo que nos pedían éramos malos o peores que otros? ¿Nos apremiaban con órdenes tajantes y «dictatoriales»? En nuestra consulta solemos ver sufrir a personas que en su infancia se sintieron maltratadas o despreciadas, también atendemos a personas a las que sus padres no les pusieron límites y sufren ahora frente a las dificultades que la vida les propone. Conocemos casos de personas que viven en guerra contra la autoridad y tienen problemas para mantener sus empleos, o relaciones íntimas donde el amor requiere de consenso y ellos sólo pueden proponer conflicto. ¿Qué aprendimos de nuestras familias? ¿Aprendimos que éramos dignos de confianza, o por el contrario, se nos mostró que no éramos de fiar y alguien tenía que llevar el control por nosotros? Muchas personas confiesan sentir temor y aislamiento u otros sentimientos limitantes frente a la autoridad. Otros tuvieron la suerte de sentir que las personas de su alrededor les hicieron sentir importantes y valiosos al tiempo que les ayudaban a desarrollar sus competencias en la vida. Para estas personas es probable que la autoridad no les suponga un mayor problema. Ahí radica la clave, mirarla a los ojos para hacerla humana. Sólo cuando podemos sentir de este modo a la autoridad, podemos ejercerla amorosamente y vivirla con congruencia.

Estilos de autoridad

La psicoterapeuta norteamericana Virginia Satir entrevistó a miles de familias, de su trabajo extrajo interesantes teorías acerca de cómo las familias se comunicaban. Estudió como los padres se dirigían a sus hijos y cómo les educaban. Describió cuatro estilos de comunicación basándose en la comunicación verbal y corporal de los elementos de la familia.

Analizando con detalle estos patrones universales podemos explicarlos así:

Estilo Acusador: es un patrón autoritario basado en el guión «Yo soy quién manda aquí» El acusador se considera mejor que los demás, y se comunica con tensión, su voz es dura. Podemos imaginarlo señalando al otro con el dedo. Se siente eficaz en base a la obediencia conseguida. Si fuimos educados en base a este modelo de familia, es probable que nos manejemos mal con personas autoritarias, tal vez evitemos la confrontación o, por el contrario, tal vez nos agrade la «batalla» y busquemos los conflictos. (Temor)
Estilo Aplacador: Su guión se basa en la idea «Sólo vivo para hacerte feliz». Usa un tono de voz congraciador, tratando de agradar al otro. Adopta una actitud de mártir y podemos imaginarlo arrodillado frente al otro. Las personas que recibieron mensajes de personas aplacadoras, pueden convertirse en pequeños tiranos. Seres que exigen cualquier capricho, puesto que siempre recibieron esas atenciones en su infancia. También podemos encontrar personas que se identifiquen con el estilo aplacador y que presenten baja autoestima al tiempo que aceptan el «maltrato» del otro sometiéndose a todo tipo de órdenes. (Culpa)
Estilo Calculador: Es la persona que lo racionaliza todo, su guión tiene que ver con la idea:»Si pienso lo suficiente, evitaré el dolor». Son personas que no demuestran sus emociones tal vez porque sienten miedo de ellas. Las personas que recibieron este tipo de autoridad pueden presentar un patrón de preocupación por ser «perfectos» y controlarlo todo. Tal vez busquen estar seguros al cien por cien de que las cosas saldrán como quieren y es posible que sientan una gran responsabilidad y miedo al fracaso. (Paranoia, envidia)
Estilo Distractor: Nunca están dónde tienen que estar, y sus palabras no tienen que ver con lo que está pasando. Tienen la sensación de no importar a nadie y viven acompañados de una gran soledad. Nada es seguro con el distractor, buscan divertir al otro con lo que un niño podría sentirse tan desorientado que no sabría qué hacer, ni cómo actuar frente a la vida. Sobretodo cuando ésta no es divertida y nos pone a prueba. Su guión es: «Lo importante es divertirse» (Desorientación)
Autoridad Niveladora

Frente a estos estilos poco eficientes de educación, Virginia Satir propuso un tipo de comunicación más congruente, a la que llamó Niveladora. Una familia nutricia se comunica de modo más empático y creativo que fomenta una autoestima elevada, una comunicación directa y clara, con reglas humanas, flexibles y susceptibles de ser cambiadas si es preciso. La comunicación niveladora facilita un enlace con la sociedad abierto y confiado. Esta autoridad depende de los aprendizajes que le proporciona la vida misma y de las actualizaciones que hace de esos nuevos conocimientos. Ejerce, por decirlo de alguna manera, un liderazgo creativo que se va reajustando a medida que los entornos cambian. Quizás todo esto parece difícil, si nuestras experiencias fueron dolorosas. La buena noticia, sin embargo, es que siempre existe la esperanza de que cambie tu vida, porque tienes la capacidad de aprender cosas nuevas.

Con ello pretendemos decir que tras años de experiencia en psicoterapia, nos damos cuenta de que ya no cabe seguir culpando a los padres, sin importar lo dolorosos que hayan sido sus actos. Consideramos que las personas adultas son responsables de aceptar las consecuencias de sus actos y de aprender a conducirse de otra manera. Para ello, el reto está servido, re-conectarse con la propia valía es una oportunidad que está presente toda nuestra vida. Nunca es tarde para empezar.

Empezar a recuperar nuestra propia autoridad.

El verso XVIII del Tao Te Ching empieza así:

Cuando la grandeza del Tao está presente,

Los actos surgen del corazón.

Cuando la grandeza del tao está ausente,

Los actos provienen de las normas,

La autoridad y la justicia.

Tal vez la propuesta puede ser radical, pero se basa en la idea de que las personas necesitan amarse a si mismas para poder fomentar la autoestima en el otro, y ello aún es más importante cuando hablamos de educar. Cuando nuestro deseo es el de ayudar a otro ser humano a crecer.

Esta autoridad niveladora encuentra una manera de sostener la confrontación entre enseñar y permitir aprender. Como en el cuento sufí, no necesitamos elegir entre la bella princesa y la bruja malvada, podemos integrar esas dos polaridades de manera elegante. Quizás el verdadero camino se halla en algún lugar entre ambas opciones. Enseñar, y al tiempo facilitar el deseo exploratorio del niño permitiendo así que aprenda. Esto mismo nos sirve para ejercer una autoridad congruente con cualquier ser humano. El filósofo José Antonio Marina en su libro «La recuperación de la autoridad» pide a los padres que olvidemos el miedo a la ternura y la exigencia, es decir, si podemos exigir desde la ternura logramos algo tan maravilloso como poder unir algo que parece separado.

Quién vence a los demás es fuerte, quién se vence a si mismo es invencible.

Lao Tse (Tao te ching)

El padre del Taoísmo nos sugiere un camino interesante a recorrer. La idea de que la autoridad radica en el propio interior. Vencerse a si mismo para poder ser congruente entre nuestras peticiones y nuestros actos. O lo que es lo mismo «Hacer lo que se dice». Cualquier niño descubre fácilmente nuestras incongruencias señalándonoslas cuando queremos que haga una cosa que nosotros mismos no hacemos. Milton Erickson, legendario psicoterapeuta, solía pedir a sus pacientes que hicieran cosas que podían parecer inverosímiles para curarse. Cuando fue preguntado de porqué confiaba de que los clientes le harían caso, él señalaba: «¡Cómo no van a hacerlo, saben que hablo en serio!».

Liderazgo Nivelador

Siempre estamos a tiempo para reconectar con nuestra autoridad interna. Para ello es bueno empezar conectando con nuestro propio centro. Desde ahí proponemos algunas sugerencias para ejercer un liderazgo congruente y nivelador:

Ten claro lo que quieres, de este modo será más fácil transmitir tus deseos.
Las reglas son útiles y conviene añadirles la regla de oro: «¡Ojo, las reglas pueden mejorarse!»
Aprende a diferenciar lo que las personas hacen y lo que son. «Has tirado el agua» tiene que ver con el comportamiento y, en cambio «Eres un desastre!» afecta a la identidad del otro. Ese es un tipo de maldición que provoca mucho dolor a los demás.
Ofrece sugerencias alternativas de comportamiento: Casi siempre, después de una crítica, podemos sugerir a la persona qué hacer o cómo hacerlo mejor.
Si somos humanos, la ira y la impotencia nos vendrá a visitar. Una persona madura sabe reconocer estos sentimientos y los sitúa en el contexto adecuado. Es probable que tu impotencia no tenga que ver con lo que está pasando ahora. Si la ira nos invade a menudo, tal vez es un buen momento para dejarse ayudar por algún profesional.
Trabaja tu autoestima, frente a un abuso de autoridad es importante conocerse. Así podemos saber cómo, en ocasiones, participamos en mantener ese problema.
Aún cuando ejerces la autoridad, sigues siendo el mismo. Se puede seguir siendo buena persona aunque tomes decisiones que no gusten a los demás.
Recuerda perder el miedo a ser tierno y exigente. No hay que olvidar que, como Óscar Wilde solía decir: «A menudo, con las mejores intenciones se consiguen los peores efectos».