Maldita autoestima

Maldita autoestima

No es raro que la gente se acerque a mi consulta comentando acerca de su falta de autoestima y de cómo ese problema afecta a su vida. Desde los años 70 del pasado siglo la autoestima ha resultado una buena coartada para no hacerse cargo de uno mismo. Durante esos años posteriores a la cultura hippy y en una sociedad americana marcada por la derrota en la guerra del Vietnam, la psicoterapeuta estadounidense Virginia Satir acuñó en sus talleres y sesiones la palabra “Autoestima” con el objetivo de que aprendiéramos a comunicarnos mejor con nosotros mismos. Quería que las personas pudiéramos ser más indulgentes y amorosas con nosotros mismos. No era una mala propuesta en aquella época, de modo que esa idea, sembrada en un mundo donde la mente humana es fértil creando laberintos donde perder la cordura, creció hasta perder su propia esencia.

El tiempo ha pasado, inexorable, y la autoestima ha desvirtuado el concepto original.
Es curioso lo que ha ocurrido con la autoestima, la gente la tenemos muy presente pero no sabemos muy bien de lo que se trata. Parece que tener una buena autoestima sirve para enfrentar la vida con éxito, siendo maravillosos a los propios ojos y a los de los demás. Tener buena autoestima debería propulsarnos en globo a la estratosfera de la felicidad y sin embargo, casi nunca sucede eso. Lo habitual, es escuchar otro tipo de discurso. Las personas solemos contar aquello que nos atribula, y cuando mostramos nuestro dolor, nos sentimos inadecuados y tendemos a etiquetarnos con esos conceptos mágicos que respiramos en el aire como si realmente existieran.

Autodiagnosticarse “baja autoestima” o, peor aún, recibir ese diagnóstico de una buena amiga o amigo, puede ser motivo de iniciar una búsqueda dislocada hacia el interior de uno mismo.

“Subir la autoestima”, pues, parece el recurso lógico de alguien que padece de un raquítico autoamor y es por eso que las personas nos esforzamos en hacer cosas para “querernos”.
Sentir o pensar que uno no se quiere, se sabotea o piensa mal de sí mismo podría no tener que ver con un defecto en la autoestima, eso es tener una visión lineal de la vida y la vida será lo que sea, pero es poco lineal. Normalmente las personas nos metemos en bucles circulares, algo como “Cuando me pasa A, es por B y cuando me pasa B, es porque me pasa A”. O lo que es lo mismo, cuánto más A, más B y cuanto más B, más A. Eso nos lleva a la idea de que para sentirnos mejor deberíamos buscar la manera de revertir el bucle. Para ello hemos de aprender a pensar diferente sobre las cosas, ya lo decía Goethe:

“La locura es hacer siempre lo mismo y esperar un resultado diferente”.
Veamos qué podemos hacer. Una persona con una vida normal puede tener una determinada dificultad, si cuando se enfrenta a ella, no la soluciona, es probable que se resienta su propia concepción de sí misma ¿no? Pues ya lo tenemos. Nuestra hipótesis es que:

«Cualquier persona que enfrenta una dificultad sin éxito tenderá a verse como poco adecuado o poco eficiente con lo que su autoestima (Cabría llamarla más adecuadamente “autoapreciación”) se ve disminuida

De este modo, la autoestima podría verse más que como una causa de los problemas como un efecto de los mismos. Si pensamos detenidamente, el hecho de quejarse acerca de una mala vida, o de una tremenda situación, podría ser visto como un indicador de autoestima puesto que si no valiéramos nada, no nos quejaríamos puesto que estaríamos de acuerdo con que nuestro infortunio tiene que ver con nuestra falta de merecimiento. ¿No es curioso? Lucir las propias desgracias muchas veces tiene que ver con tener cierta soberbia, del tipo, “¿Ves qué mal lo paso? (No hay nadie que sufra más ni mejor que yo)”. Hay un punto dónde la persona podría parecer que se exhibe. En estas ocasiones, el discurso de la baja autoestima es falaz, puesto que en el fondo la persona siente un cierto orgullo en mostrar su desdicha. La baja autoestima debería llevar a otro lugar, tal vez a la resignación.
¿Qué solemos ocultar detrás de la “Baja autoestima”? Pues es sencillo de responder: El miedo. Afrontar el miedo eficientemente puede ayudarnos a sobrellevar ese proceso de mejora continua que es la vida. Hemos explicado cómo manejar el miedo https://www.cetebreu.es/afrontar-el-miedo/en otro artículo. Aunque ahí van tres propuestas para afrontarlo:
1. Reconoce que tienes miedo. Eso te hace automáticamente más fuerte
2. Evita evitar
3. Haz las cosas con miedo sin intentar ser “valiente”
No dejes que la maldita autoestima sea tu escollo donde naufragar, es un concepto inventado por alguien que sólo resulta interesante si es útil. Es una buena excusa, no obstante.